Vista En: Gnula.nu, lunes 31 de octubre de 2016.
Título Original: Freddy’s Dead: The Final Nightmare.
Director: Rachel Talalay.
Guión: Michael De Luca, basado en una historia de
Rachel Talalay. Género: Terror.
Música: Brian May. Fotografía: Declan Quinn.
Decorados: Rebecca Carriaga. Vestuario: Nanrose Buchman.
Productoras: New Line Cinema y Nicolas Entertainment.
Presupuesto: ±11.000.000 $.
País: USA. Año: 1991. Duración: 105 minutos. Color.
Reparto:
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Personajes:
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Robert Englund
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Freddy Krueger
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Lisa Zane
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Maggie Burroughs
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Shon Greenblatt
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John Doe
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Lezlie Deane
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Tracy
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Ricky Dean Logan
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Carlos
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Breckin Meyer
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Spencer
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Yaphet Kotto
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Doc
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Tobe Sexton
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Freddy de joven
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Cassandra Rachel Friel
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Maggie de pequeña
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Lyndsey Fields
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Loretta Krueger
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David Dunard
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Kelly
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Alice Cooper
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Sr. Underwood
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(Para ver su ficha completa en IMDb, pinchar aquí)
Argumento: Un joven, tras escapar de Springwood, queda
amnésico al darse un golpe en la cabeza con una piedra. Recogido en la calle
por la policía, es enviado a un albergue para jóvenes con problemas. Allí la
doctora Maggie Burroughs decide volver con él hasta Springwood en un intento de
recobrar la memoria, sin saber lo que el viaje desatará para ella y los demás.
Crítica: Productora de la tercera y cuarta parte,
Rachel Talalay da el salto a la dirección para ampliar los orígenes de Freddy,
haciendo de la sexta parte otro de esos regueros de guiños y referencias a
clásicos y no tan clásicos del cine, todo ello a mayor gloria de su antagonista
principal, que por lo bien que se lo pasa enfundado en el traje de Freddy más
que cobrar lo que debería es haber pagado por trabajar en ella (Freddy, ante un
asustado Doc, numerando las muertes de sus anteriores películas mientras se
corta los dedos; Spencer, Tracy y Carlos, intentando salir de Springwood de la
misma manera que Burt y Vicky intentaban escapar en Los Chicos del Maíz [Fritz
Kiersch, 1984]; John, despertándose en una cama solo para encontrarse ante una
versión gamberra y macarra de El Mago de Oz [Victor Fleming, 1939]). Una ópera
prima que no tiene puntos a su favor y que le sobran demasiados en contra,
desde la total ausencia de terror y golpes de humor cada vez más devaluados a
unos efectos especiales que más que ayudar a la película solo la ayudan a
destruirla en los recovecos de la mediocridad (las referencias a los amos de
los sueños, tanto o más imposibles de creer que los tiburones tridimensionales
de Tiburón 3: El Gran Tiburón [Joe Alves, 1983]; Freddy, encargándose de
Spencer mediante un videojuego con guante especial incluido: si Hitchcock
levantase la cabeza le estallarían los ojos al ver cómo se ha suicidado el género;
los flashbacks o sueños de Maggie, soñando con lo que parece “una familia
feliz”). Aunque sí tiene instantes bien hechos como la descripción de
Springwood (ausencia de niños y adolescentes, adultos perturbados perdidos en
sus delirios), el resto se hunde por las numerosas pendientes de las
decrepitudes, recorriéndolas al mismo tiempo en una manifestación del
sinsentido de alargar a un personaje más allá de lo necesario. Una película
indigna, se mire como se mire.
La Puntilla: Coger a un icono, ridiculizarlo y transformarlo
en un payaso de circo. Eso es lo que pasa cuando se quiere abusar de su fama.
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