Vista En: TVE-1, viernes 21 de marzo de 1991.
Título Original: Quo Vadis.
Director: Marvin LeRoy.
Guión: John Lee Mahin, S.N. Behrman y Sonya Levien,
basado en la novela homónima de Henryk Sienkiewicz, publicada en 1896. Género: Drama.
Música: Miklos Rozsa. Fotografía: William V. Skall y Robert Surtees.
Decorados: Hugh Hunt y Elso Valentini. Vestuario: Herschel McCoy.
Productora: Metro-Goldwyn-Mayer. Presupuesto: ±7.623.000 $.
Países: USA e Italia. Año: 1951. Duración: 171 minutos. Color.
Reparto:
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Personajes:
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Peter Ustinov
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Nerón
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Robert Taylor
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Marco Vinicio
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Deborah Kerr
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Ligia
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Leo Genn
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Petronio
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Patricia Laffan
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Popea
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Finlay Currie
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Pedro
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Abraham Sofaer
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Pablo
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Marina Berti
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Eunice
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Buddy Baer
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Ursus
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Felix Aylmer
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Platio
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Nora Swinburne
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Pomponia
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Nicholas Hannen
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Séneca
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Argumento: Nerón, el despótico emperador de Roma, se
obsesiona con crear una nueva Roma mucho más grande y ambiciosa que antes,
mientras que uno de sus generales, Marco Vinicio, se empieza a obsesionar con
Ligia, una joven que sirve en casa de uno de sus amigos, Aulo Plaucio. Su
fijación en ella hace que Vinicio se replantee sus creencias al saber que Ligia
es cristiana.
Crítica: El autor de Treinta Segundos sobre Tokyo
[1944] y Mujercitas [1949] recrea con fastuosidad impresionante la vida y obra
de un Nerón delirante y paranoico, al que interpreta en toda su magnificencia
un Peter Ustinov que, en estado de gracia, se convierte en el eje principal de
una trama sobre el poder y la corrupción que éste ejerce, arropado por un
plantel de secundarios donde se destacan Robert Taylor y una impresionante,
maravillosa Deborah Kerr (los primeros encuentros entre Ligia y Marco Vinicio,
o el descrédito de éste ante la fe cristiana; los esfuerzos de algunos
personajes por conseguir el favor de Nerón y ser su mano derecha: más actual no
puede ser ni queriendo; Nerón, en las arenas del circo romano, revisando a las
víctimas cristianas de los leones: su cara de horror es genialmente divertida).
Deslumbrante a la par que insuperable en materia de decorados, fotografía y
vestuario, la película peca de una duración algo excesiva aunque no por ello
aburrida, consiguiendo ser una auténtica odisea por una época convulsa donde
tiranía y esperanza se dan la mano de formas curiosas (Pedro, recibiendo un
mensaje de la manera más insospechada para que vuelva a Roma; ésta, ardiendo
hasta los cimientos mientras un Nerón desatado lo celebra cantando y tocando su
lira: uno de los instantes mejor conseguidos de todo su amplio metraje; las
túnicas de Nerón y su séquito, así como las panorámicas de la ciudad vista
desde el palco: un prodigio de moda y perspectiva). Un trabajo arduo y difícil
pero compensado con una calidad incuestionable y fuera de toda categoría, que
transforman a Quo Vadis en uno de los máximos exponentes del llamado cine de
romanos o péplum, sentando cátedra por su premisa y mejor rematado (los
discursos de Pedro ante una masa de fieles creyentes; Vinicio, buscando a Ligia
durante el incendio). Una superproducción monumental, cine a potencia infinita.
La Puntilla: El poder con delirios de grandeza, y los
plebeyos matándose por subsistir a duras penas. Qué poco han cambiado las cosas
desde entonces.