“Criticaen25” es un punto de encuentro para todos los cinefilios, habitantes del séptimo planeta del sistema solar de las artes. Una propuesta amena y divertida a la par que abierta al debate y a la reflexión en la que, tan diariamente como sea posible, se irán comentando películas de todos los tiempos, con independencia de su género o fama. Un lugar en donde relajarse y disfrutar de un rato agradable en buena compañía.

Y si no, Pues a lo Mejor no es un McGuffin

Y SI NO, PUES A LO MEJOR NO ES UN McGUFFIN


 Este término tan extraño tiene la curiosa traducción de “la excusa”, y ni más ni menos que fue creado por el mago del suspense, Alfred Hitchcock. Decir un McGuffin (o MacGuffin) es decir la excusa bajo la cual se crea una película. Y como muestra, un botón: bajo el pretexto de firmar los papeles del divorcio, Twister [Jan De Bont, 1996] te hace un manual básico para ser cazatornados. En el fondo, lo de los papeles del divorcio acaba siendo lo menos importante, pero es lo que hace que la película arranque. Es una técnica muy resultona y que además, buen usada, puede generar que una película sea un espectáculo de primera. Por ejemplo, en Origen [Christoper Nolan, 2012]: en este caso, la excusa es que al personaje de Cillian Murphy le cambien sus planes acerca de seguir con la empresa de su padre. A los cinco minutos, eso importa un bledo, porque ofrecen tal festín de edificios plegándose, espejos y contraespejos, de trenes por carreteras y desafíos de gravedad, que da absolutamente igual si a Robert Fischer le da por seguir sus negocios o ir por libre. Desde meteoros en Armageddon [Michael Bay, 1998], usados como recital para ver como funciona la NASA y como es ser astronauta, a cosas más peregrinas como el maletín de Ronin [John Frankenheimer, 1998], el McGuffin es lo que pone en marcha su argumento pero a la vez es lo más sobrante. Y en su mayor parte, sirve tanto para poner en marcha los acontecimientos como para describir una profesión, y casos los hay a patadas en incontables películas y series: policías, soldados, abogados, jueces, políticos, periodistas...ni los reyes o presidentes se libran de ello (¿que sería de Ciudadano Kane si su protagonista no dijera “Rosebud” en su lecho de muerte?). Ahí reside uno de los trucos más clásicos y usados del cine, que sigue funcionando tan bien como cuando se inventó. Ya lo decía el propio Hitchcock: «y si no, pues a lo mejor no es un McGuffin».

 Nº De Serie: NC/TCM/00024. Escrito Por: The Cineman.
 Publicado El: Viernes, 18 de marzo de 2016.

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X, o el Cine de las Diversiones Carnales

X, O EL CINE DE LAS DIVERSIONES CARNALES


 Coincidiendo con el 20 aniversario del nacimiento del cine, en 1915 se rueda Un Aventón (A Free Ride), considerada como la primera película porno de la historia. Desde aquella lejanísima fecha, la industria X fue, sin prisa pero sin pausa, creciendo a hurtadillas como un negocio clandestino hasta que en los años 60 y 70 salió de la marginalidad para, gracias a la creación del video VHS en los 80, sufrir un auténtico boom que lo transformó en toda una industria capaz de generar millones y de transformar en icono de adolescentes y no tan adolescentes a sus actores y actrices tanto por sus cuerpos esculturales como por sus dotes amatorias. Una tendencia en crecimiento ligeramente cambiada con el auge de la cirugía estética y el DVD en los 90 y principios del siglo XXI, pero que sigue gozando (nunca mejor dicho) de una salud de hierro. Desde las películas softcore o porno suave, rayano en lo inofensivamente erótico, hasta lo más hardcore XXX con toda clase de parafilias o prácticas sadomasoquistas, el llamado cine X o porno ofrece una completísima variedad de diversiones carnales para todos los gustos pese a que, a la postre, todo su contenido se vea reducido a una simple y repetitiva mecánica pélvica. Títulos como Tras la Puerta Verde [Artie y Jim Mitchell, 1972] y Emmanuelle [Just Jaeckin, 1974] fueron el pistoletazo de salida para huir del ostracismo y de ese modo ser un negocio por todo lo alto, encarnado en los 80 en nombres como Traci Lords, Ginger Lynn, John Holmes, Ron Jeremy y un sinfín de actores más. El cine X, desde creando títulos originales a producir meras copias del cine comercial, es un testigo, discreto pero tremendamente eficaz, del paradigma existente en cada época del siglo XX y después, tanto en lo sexual como en estilismos y peinados, etc. Lástima que eso quede supeditado ante una duda que retrata una curiosa realidad: ¿alguien ha visto una peli porno hasta el final?.

 Nº De Serie: NC/TCM/00053. Escrito Por: The Cineman.
 Publicado El: Viernes, 27 de mayo de 2016.

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Vida de este Christopher

VIDA DE ESTE CHRISTOPHER


 El 7 de junio de 2015, a cinco días de que Criticaen25 iniciara su andadura internáutica, ese gran monstruo del cine de terror nacido Christopher Frank Carandini Lee, siempre recordado sencillamente como Christopher Lee, murió a los 93 años víctima de una insuficiencia del corazón. Su muerte fue todo un trauma para mí, a pesar de saber de su delicado estado de salud, ya que por muchísimas razones le tenía en un pedestal. Pero estas líneas no vienen para hablar de su muerte, si no de su vida, de una trayectoria vital ejemplar, que siempre hizo lo que quiso sin prejuicios ni reservas, sin miedo al que dirán. Un hombre que se pasó toda su carrera siendo malvado, pero que lograba ser amado a pesar de su villanía: desde Drácula a la Momia, de Frankenstein al Hombre-Lobo, de mago corrompido a Lord Sith, la lista de villanos resulta tan pasmosa como interminable. Pero más pasmosa fue una vida discreta a titulo personal, inmensa en lo profesional, donde hubo sitio para colarse en la saga Bond y hasta rodar gratis películas como El Hombre de Mimbre [Robin Hardy, 1973], haciendo uno de sus mejores y más memorables trabajos en el séptimo arte. Con 86 años, en una edad donde la gente ya nada espera hacer en la vida, se metió a cantar heavy metal colaborando con grupos como Manowar y hasta creando su propia banda. Christopher Lee fue un adelantado a su época al tener una vida al margen de lo que dijesen los demás, de llegar no donde la gente le decía, si no hasta donde él quería. Una voluntad más dura que el acero que le llevó a ser un espíritu libre, una marca en si misma. Christopher Lee es, fue y será, en si mismo, garantía de talento y calidad. Una persona a la que la canción de Frank Sinatra “My Way” describe a las mil maravillas: lo hiciste siempre a tu manera, y el mundo te amó por ello. Gracias por ser tan malo en el cine. Gracias por ser tan maravilloso en la vida. 

 Nº De Serie: NC/TCM/00008. Escrito Por: The Cineman.
 Publicado El: Viernes, 15 de enero de 2016.

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Christopher Lee
(27 de mayo de 1922; 7 de junio de 2015)
El más malo entre los malos. El más amado por eso mismo.

Yaba Daba Doo: La Muerte del Cine Creativo

YABA DABA DOO: LA MUERTE DEL CINE CREATIVO


 En 1994, Brian Levant llevó la popular serie animada de Los Picapiedra a la gran pantalla, con un reparto de lujo y un despliegue de medios que calcaba cada detalle con especial esmero. Fue la primera vez en que una película de imagen real se basaba en una serie nacida estrictamente de la animación, sin tener orígenes extras como Transformers, Masters del Universo o G.I. Joe (las cuales surgieron como una línea de juguetes que luego fue animación, y luego se llevó al cine). El éxito de la cinta que protagonizaron por John Goodman y Rick Moranis fue arrollador, y la evidencia de que si de una serie como esa se podía conseguir un taquillazo, entonces todo valía para llenas las arcas de las productoras. Fue, de una forma muy solapada, la muerte del cine creativo tal como se había conocido a lo largo de unas seis o siete décadas. Porque fue a raíz de aquello que Hollywood dejó de buscar novedad e innovación, para ir a caminos más conocidos y menos arriesgados. No fue instantáneo, pero sí algo imparable con el paso de los siguientes años que, cual Cronos en los Campos Elíseos tras ser muerto por Zeus, Hollywood comenzó a vivir del pasado y sus recuerdos que del futuro y sus sueños. O aún peor, comenzó a funcionar cual empresa de reciclaje, reversionando cualquier película no-USA que triunfase en el mundo, como hizo con los mediocres remakes del cine de terror japonés en la primera década del siglo XXI. Aquel cine que buscaba hacer taquilla sin por eso perder su pátina de fresco y nuevo, de original, fue desapareciendo para dar paso a algo distinto, a un “cine de Word”, de simple copia y pega, al que ya poco le importaba ser innovador o buscar ese algo especial que había sido su sustento en épocas pasadas. Algo que, irremediablemente, lo condena a un círculo vicioso. Sin creación, no hay renovación. Y sin renovación, no hay cine: solo el bucle infinito de la repetición más aburrida y sin valor.

 Nº De Serie: NC/TCM/00046. Escrito Por: The Cineman.
 Publicado El: Viernes, 13 de mayo de 2016.

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Viajando en el Tiempo sin un Delorean

VIAJANDO EN EL TIEMPO SIN UN DELOREAN


 También llamado “Porqué en las C25 nunca se habla de Óscars”. Es una regla escrita del blog, la 5ª más exactamente, y tal vez de todas ellas la única que en verdad merecía la pena explicar en detalle, puesto que el resto de ellas se explican por si solas. Y dicha explicación se reduce a una palabra: virginidad. No me refiero a la virginidad sexual, si no a la virginidad cinematográfica, al instante en que uno descubre una película por primera vez, sin interferencias exteriores ni influencias ajenas, sin que los demás te la cuenten o, peor aún, te la destripen. Dicho así puede sonar idiota, pero en cierto modo eso es una falta de respeto para contigo o al menos así lo veo, porque se te arrebata la ocasión de vivir algo único por ti mism@, si te hablan demasiado de tal o cual peli. No estaba dispuesto a hacer lo mismo que los demás, de ahí que uno de mis cometidos al redactar críticas era evaluarlas sin juzgarlas, de una forma objetiva, clara y diáfana. Solo encontré un modo de hacer eso: hacer un viaje mental en el tiempo y hablar de la película como si acabase de verla de cine. De ese modo, sin pretenderlo, establecí una norma adicional: prohibido decir si la película ha tenido o no galardones de ninguna clase. Al fin y al cabo, no existe una película que según salgas de verla en cine haya ganado un Óscar, un Emmy, un premio César, la Palma de Oro, un BAFTA y así un largo y largo etc. No, ese no es mi cometido. Mi cometido es hablar de la película, y solo de la película, sin añadidos. Mi deber es que tú, cinéfil@, leas y aprendas de cine de una manera que nadie se ha planteado ni se ha hecho antes. Porque, ya aviso de antemano, nunca te lo contaré todo, solo lo que creo necesario que debas saber. Y el resto me lo callaré, para siempre. Porque ese resto es para ti, para que lo descubras por ti mism@ si decides ver una peli incluso si le he hecho una crítica negativa. Y no soy quien para destripártela.

 Nº De Serie: NC/TCM/00066. Escrito Por: The Cineman.
 Publicado El: Domingo, 12 de junio de 2016.

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Versiones Libres: Robar el Nombre, Robar el Éxito

VERSIONES LIBRES: ROBAR EL NOMBRE, ROBAR EL ÉXITO


 Es capricho de los guionistas que a veces hagan historias que, tomando como referencias un trabajo anterior, luego pasen totalmente de él para crear otra cosa totalmente distinta. Y ejemplos no escasean, desde los que salieron bien parados y fueron grandes éxitos, como 10 Razones para Odiarte [Gil Junger, 1999], basado en La Fierecilla Domada escrita entre 1593 y 1594 por William Shakespeare, a “perlas” de la talla de Barb Wire [David Hogan, 1996], un más que terrible remake de Casablanca [Michael Curtiz, 1942], a mayor gloria de Pamela Anderson. En ocasiones dicha versión libre es tan distinta que el que lleve el nombre de la original es como una bofetada en la cara, dado que al cambiar tanto la historia, no debería relacionarse con ella, para de ese modo buscar su propio camino en lugar de lo que suelen hacer las versiones libres: robar el nombre de la original para intentar robar el éxito del trabajo en el que se basa, tal como pasó con Pan: Viaje a Nuncajamás [Joe Wright, 2015]. ¿Tan difícil hubiese sido cambiar el nombre de los protas por algo distinto, y de esa forma crear un relato propio?. Tal vez, pero sin esa asociación con el clásico cuento de James Barrie, quizá la película no hubiese tenido ese apoyo con el que esperaban rendir en taquilla. Y aunque no en todos los casos, de eso suelen ir las versiones libres, de sisar la fama como una especie de primos bastardos o invitados gorrones, en la esperanza que, si todo falla, el reclamo asegure el éxito. Ora copiando, ora veces innovando para ir un paso más allá, las versiones libres son el intento de diversificar el cine, con mayor o menor resultado, como pasó con la sensacional I.A. (Inteligencia Artificial) [Steven Spielberg, 2001] o la deficiente Víctor Frankenstein [Paul McGuinan, 2015]. A la sazón, la versión libre es un ser de extremos: o sale bien y se ama, o sale mal y se detesta. Sin término medio. Es lo que tiene ser una versión libre.

 Nº De Serie: NC/TCM/00090. Escrito Por: The Cineman.
 Publicado El: Domingo, 3 de julio de 2016.

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Una Escena poco Entendida, o el Futuro del Lenguaje

UNA ESCENA POCO ENTENDIDA, O EL FUTURO DEL LENGUAJE


 Uno de los instantes cumbre de Star Wars, Episodio IV: Una Nueva Esperanza [George Lucas, 1977] sucede en la cantina de Mos Eisley, cuando Han Solo se ve abordado por Greedo, un alien verde de ojos redondos de la raza rodiana, que le busca para cobrar una recompensa por su cabeza, y pese a que fans de todo el mundo son capaces de recitarla de memoria, tal vez muy pocos, quizá nadie, se diese cuenta de que, enmarcada en la ciencia ficción, en esa simple escena reside un fascinante planteamiento: la charla que ambos mantienen. Porque Greedo le habla en su idioma natal, el rodés, pero Han no charla en rodés, si no que usa su propio idioma (el cual varía entre su voz original y los múltiples doblajes según el país). Nadie les traduce, y ninguno habla como el otro...pero ambos mercenarios se entienden a la perfección. En la inocencia de aquellos años 70, pudiera ser que George Lucas vislumbrase lo que podría ser el futuro del lenguaje, algo que el cine ha tocado levemente en películas como Starfighter: La Aventura Comienza [Stewart Raffill, 1984]: la maldición de Babel o la diversidad de los idiomas. Bien reales, o bien inventados, como en el universo de Tolkien, las series de TV Alien Nation [1989], Stargate SG-1 [1997] y otras sagas como Star Trek, los idiomas se vuelven algo fascinantes aunque a la vez extraños si no se tiene la traducción para comprenderlo ni la habilidad para hablarlo sin equivocarse. Pero fuese como fuese, Harrison Ford y Paul Blake ofrecieron una lección magistral de comprensión: dos razas, dos idiomas, y una sola charla bastaron para representar lo que quien sabe si se podría en un futuro aplicar a la especie humana: la superación de la barrera del idioma, su total destrucción para que, se hable el idioma que se hable, un interlocutor entienda al otro de forma instantánea. Una ficticia en su premisa pero...¿y si no fuese ficción?, ¿y si la tecnología pudiera hacerlo viable?.

 Nº De Serie: NC/TCM/00073. Escrito Por: The Cineman.
 Publicado El: Sábado, 18 de junio de 2016.

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Un Nombre, un Género: El Referente Perfecto

UN NOMBRE, UN GÉNERO: EL REFERENTE PERFECTO


 Devoción u obsesión, o quizá una mezcla de ambos, el hecho es que el estar mucho tiempo dedicándose a algo no solo consigue que uno sea un experto en la materia, si no que los demás reconozcan su labor y terminen asociando su nombre con su especialidad. Y ejemplos no faltan: ¿western?. John Wayne. ¿Pelis de abogados?. John Grisham. ¿De médicos?. Robin Cook. ¿Terror?. John Carpenter...y la lista sigue y sigue, así indefinidamente. En el cine, como en la vida en sí, la marca de un objeto define al propio objeto, llámese Cristian Dior, Ferrari, o incluso Fabada Litoral. Es una marca, un sello de que, sea de lo que sea, es lo mejor, el culmen de su especialidad. De ahí que, dentro del mundillo del séptimo arte, un nombre a veces es todo lo que hace falta para saber de qué se está hablando. Por que, ¿es posible decir “George Lucas” sin que Star Wars acuda a la memoria?, ¿o que se pronuncie Christopher Reeve y que la imagen de Superman no cruce la mente como una exhalación?. Son el referente perfecto, un símbolo de excelencia centrado en un género concreto que, en contadísimas ocasiones, trasciende su propia marca para romper con todo lo anterior (Steven Spielberg, destruyendo su cliché de Encuentros en la Tercera Fase y E.T. para dirigir La Lista de Schindler, Salvar al Soldado Ryan o Lincoln, tanto como Clint Eastwood lo hizo con sus spaghetti westerns y rodar Los Puentes de Madison, Million Dollar Baby y tantas otras: dos sinónimos de cine en letras de oro y con mayúsculas). En la publicidad ese recurso es muy manido para promocionar productos de toda clase para sacar dinero, y en el cine también: por que el nombre, la reputación, hace que uno vaya a ver una película. Porque garantiza que es algo en ella hará que valga la pena. Porque, sin ese ápice de confianza, nunca osaríamos probar algo nuevo.

 Nº De Serie: NC/TCM/00034. Escrito Por: The Cineman.
 Publicado El: Viernes, 22 de abril de 2016.

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Una Sonrisa Puede Cambiarlo Todo (O la Ausencia de Ella)

UNA SONRISA PUEDE CAMBIARLO TODO (O LA AUSENCIA DE ELLA)


 Hay actores y actrices a los que la sonrisa favorece o perjudica de una forma sorprendente. Un ejemplo lo encontramos en Julia Roberts, a quien su sonrisa y el numerito de la caja con Richard Gere en Pretty Woman [Garry Marshall, 1990], un instante del todo improvisado por Gere y Roberts y que ha pasado a los anales del cine, le abrió las puertas de Hollywood y le garantizó su carrera en la meca del séptimo arte, incluyendo decenas de premios en multitud de festivales diferentes. Convertida en la Novia de América (la enésima en tener ese título), su sonrisa ha sido su marca de la casa para aparecer hasta en los anuncios de cosméticos, cimentando hasta la saturación su presencia tanto en películas como TV. Sin embargo, no siempre la sonrisa es garantía del éxito, si no la total ausencia de ella. Léase, por ejemplo, el caso de Ben Affleck. En su película Argo [2012], Tony Mendez, un hombre gris y triste con una familia rota envuelto en una cruzada contrarreloj para salvar a seis canadienses de ser asesinados por los radicales islámicos, no sonríe ni una vez. Ni una sola. Y nadie puso en duda las cualidades artísticas ni de Affleck ni de la cinta, que también dirigió. Alejado de proyectos horrendos como Daredevil [Mark Steven Johnson, 2003], y con la madurez a cuestas (Affleck tenía 30 años cuando fue Matt Murdock; con Bruce Wayne, 43), el simple y sencillo hecho de no sonreír ha conseguido erradicar su eterna pose de pillo, de niño travieso, para dejar traslucir al hombre que hay detrás. Un hombre maduro, más sereno y curtido en la vida, menos revoltoso que de joven, pero no por eso menos enérgico. Y por eso, fuera de comparaciones tediosas e innecesarias, su Bruce Wayne es también un ser más maduro y torturado al que la edad no ha restado un ápice de su fuerza. Vivian Ward sonrió y el mundo no volvió a ser el de antes. Bruce Wayne ha hecho lo mismo. Le pese a quien le pese. ¡Chst!, y sin sonreír. 

 Nº De Serie: NC/TCM/00027. Escrito Por: The Cineman.
 Publicado El: Viernes, 1 de abril de 2016.

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Trascendiendo lo Visible para Llegar a lo Invisible

TRASCENDIENDO LO VISIBLE PARA LLEGAR A LO INVISIBLE


 ¿Qué podrían tener en común dos nombres tan dispares como Ziggy Stardust y Nikola Tesla?. Pues a David Robert Jones, nombre de pila de David Bowie. Un hombre que durante toda su vida, en una de esas digna de un documental biográfico de la CBS (y de hecho en 2002 sí que dedicó una hora a su figura), buscó romper con lo establecido para crear algo diferente. Y precisamente, en una época como los años 70, donde contracultura y ruptura se hicieron el eslogan de una generación más rebelde y contestataria que nunca, no es de extrañar, por tanto, que Bowie calase en aquella juventud de una forma tan profunda. Como con todas las demás cosas, hace falta analizar el contexto de un hecho para entender de verdad ese hecho. Más allá del Bowie cantante y artista, deseo reivindicar al Bowie actor, al camaleón humano con esos ojos tan peculiares, convertidos en icono indiscutible del siglo XX, que quiso dejar su huella cinematográfica. Una veintena de películas que comenzaron con la ya legendaria El Hombre que Cayó a la Tierra [Nicholas Roeg, 1972] y que se acabaron con School Rock Band [Todd Graff, 2009]. Pero, retrocediendo tres años y dos películas, es ahí donde ese visionario de nombre Christopher Nolan el que a mis ojos da su último papel de cine, y que es digno de mencionar: el también visionario e inventor Nikola Tesla. Porque, en ese eterno juego de la vida imita al cine y viceversa, nada mejor que un genio para ser el alter ego de otro genio. Y en ese duelo de titanes entre Christian ‘Batman’ Bale y Hugh ‘Lobezno’ Jackman, el que termina ganando la partida es un David Bowie en estado de gracia. Tal como rezaba Dumont en TRON [Steven Lisberger, 1982]«todo lo que es visible debe desarrollarse por si mismo y llegar hasta el reino de lo invisible». El hombre se va al reino de lo invisible, la leyenda se queda en el visible. Música. Cine. Arte. Cultura. Rebelde. Icono. Bowie. 

 Nº De Serie: NC/TCM/00006. Escrito Por: The Cineman.
 Publicado El: Martes, 12 de enero de 2016.

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David Bowie
(8 de enero de 1947; 11 de enero de 2016)
Gracias por hacernos pensar si había vida en Marte

Todos Tenemos un Pasado

TODOS TENEMOS UN PASADO


 No existe carrera perfecta, o exenta de proyectos más o menos ruborizantes para sus actores. Teniendo que empezar desde abajo por donde fuese, tanto ellos como ellas se dejan ver en películas cuyos títulos pueden llevar desde la risa a la incredulidad. Un ejemplo es Star Trek: Némesis [Stuart Baird, 2002], donde un jovencísimo y calvo Tom Hardy aparece como clon rejuvenecido del capitán Picard, o Loca Academia de Combate [Neal Israel, 1986], con George Clooney muy muy al inicio de su carrera y a años de que su Doug Ross hiciera de él una estrella. Por lejos que se llegue, los comienzos siempre resultan un tanto estrafalarios y hasta divertidos, como el mismo Arnold Schwarzenegger en Hércules en Nueva York [Arthur Allan Siedelman, 1970] haciendo del hijo de Zeus deambulando por la Gran Manzana o Sylvester Stallone haciendo sus pinitos en el mundo del porno con El Semental Italiano [Morton Lewis, 1970]. Ni megaestrellas como Jennifer López se libran: a principios de los 90 la diva del Bronx fue bailarina en los videoclips (y conciertos en directo) de New Kids on the Block, en su etapa de mayor efervescencia juvenil. Una reminiscencia del pasado que sirve como aviso, o más bien un botón de muestra, de que da igual lo grandes y poderosos que parezcan, el/la famos@ al final no deja de ser una persona más a la que simplemente le salieron bien las cosas, siendo alguien de a pie tanto más de lo que cabría sospechar en un principio. Que a algun@s de ell@s esa fama se les suba a la cabeza y pierdan contacto con la realidad, es síntoma de que, precisamente, deberían de recordar sus orígenes para que sus pies vuelvan a tierra firme. Y si no, que se lo digan a Tarantino, cuando en un capítulo de Las Chicas de Oro [1984] hizo de imitador de Elvis Presley. Nadie debe olvidar su pasado. Porque cuanto más se sube peor será luego la caída. Y nadie se libra de caer, ni siquiera los grandes y poderosos.

 Nº De Serie: NC/TCM/00085. Escrito Por: The Cineman.
 Publicado El: Martes, 29 de junio de 2016.

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Terceras Partes, o la Inevitable Decadencia

TERCERAS PARTES, O LA INEVITABLE DECADENCIA


 Es un consenso aceptado por todos que El Padrino III [Francis Ford Coppola, 1990] fue infinitamente inferior a sus dos primeras partes, y otro tanto puede decirse de El Retorno del Jedi [Richard Marquand, 1983] o Terminator 3: La Rebelión de las Máquinas [Jonathan Mostow, 2003]. Siempre suele decirse que “segundas partes nunca fueron buenas”, pero ese es un término que bien se podría aplicar no a las segundas, si no a las terceras, pues tienen la rara y fea costumbre de echar por tierra lo anterior. Tal vez por cansancio, tal vez por agotamiento o el peso de la fama precedida, el hecho es que la tercera parte tiende a ser no tan redonda y sí más torpe que las anteriores, y películas del calibre de La Momia 3: La Tumba del Emperador Dragón [Rob Cohen, 2008] o X-Men 3: La Decisión Final [Brett Ratner, 2006] solo son la triste evidencia de algo velada pero real, y que solo en contadísimas excepciones logra salvar el escollo y quedar en el recuerdo como una peli bien hecha, como las terceras entregas de Rocky y Rambo, dos verdaderas odas a la masculinidad y al dios de la violencia (suponiendo que exista). Lo demás, por desgracia, se cae por la catarata de los despropósitos y los sinsentidos, a veces de una manera que debería hacer ruborizar a todo Hollywood por los siglos de los siglos, caso de la infame Superman III [Richard Lester, 1983], a todas luces la tercera parte más terrible jamás rodada, no igualada (afortunadamente) por más años que han pasado. Otro tanto pasó con A Todo Gas: Tokyo Race [Justin Lin, 2006], a la que hicieron falta tres películas posteriores para encajarla en el resto de la saga. El intento de alargar el éxito más allá de lo necesario es lo que condena las terceras partes a ser menos que sus hermanas mayores. Por supuesto que hay algunas excepciones, pero lo son por eso mismo: porque las demás son la inevitable decadencia de la idea original. Y el resto, es ir cuesta abajo.

 Nº De Serie: NC/TCM/00032. Escrito Por: The Cineman.
 Publicado El: Viernes, 15 de abril de 2016.

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Tan Fuerte Como el Eslabón más Débil

TAN FUERTE COMO EL ESLABÓN MÁS DÉBIL


 El amigo que resulta ser el gran enemigo, el extraño que parece un enemigo pero que acaba siendo el de mayor confianza, las muertes que luego no lo son tanto porque misteriosamente resucitan...Todo esto, y muchísimo más, forma parte del elemento crucial en la gestación de una película: el guión. Porqué, tal como acuñó allá por el siglo XVIII el escritor Thomas Reid, «una cadena es tan fuerte como su eslabón más débil». Y precisamente es en el guión donde radica toda la fuerza y la debilidad de una película. Da igual cuanto dinero se tenga de inversión, el talento de su director o la categoría de su reparto, que si la historia no está a la altura, el fracaso estará asegurado. Y a la inversa, si se tiene un buen guión, importa poco que falte dinero y que los actores y el director sean poco conocidos, que el éxito será inevitable. Dos películas que ejemplifican el problema del guión son La Guerra de las Galaxias (que luego se renombraría como Star Wars, Episodio IV: Una Nueva Esperanza [George Lucas, 1977]), y John Carter [Andrew Stanton, 2012]. Las cifras lo confirman: la primera película costó 11 millones, recaudando los más que impresionantes 300 millones solo en USA; la segunda costó 263 millones, y todo cuanto logró recaudar fue de 73 millones en USA, con unas pérdidas que hicieron temblar a la mismísima casa Disney. Es algo instintivo, palpita muy dentro de nosotros, está ahí aunque no se vea: donde hay guión siempre habrá ingenio, y donde hay ingenio, habrá éxito. De no ser así, todo cuanto queda es una duradera y vergonzosa infamia. Descalabros como Waterworld [Kevin Reynolds, 1995] o Tomorrowland [Brad Bird, 2015] son casos de películas con un guión de nula solidez, cuya apuesta por el simple espectáculo sin más historia las convierte en las antítesis del cine. Sin un libreto, la película carece de corazón. Y nadie puede vivir sin corazón. “A las pruebas me remito, señoría”. 

 Nº De Serie: NC/TCM/00022. Escrito Por: The Cineman.
 Publicado El: Viernes, 11 de marzo de 2016.

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