Vista En: Gnula.nu, miércoles 14 de noviembre de 2017.
Título Original: Hellraiser: Bloodline.
Director: Kevin Yagher, firmando como Alan Smithee.
Guión: Peter Atkins. Género: Terror.
Música: Daniel Licht. Fotografía: Gerry Lively.
Decorados: Stoney Emshwiller, Claire Levinson, Neil
O’Sullivan y Trevor Rudolph. Vestuario: Dayna Cussler y Eileen Kennedy.
Productoras: Dimension Films, Trans Atlantic
Entertainment, Hellraiser IV Partners y Miramax. Presupuesto: ±4.000.000 $.
País: USA. Año: 1996. Duración: 85 minutos. Color.
Reparto:
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Personajes:
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Doug Bradley
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Pinhead
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Bruce Ramsay
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Phillip L’Merchant/John Merchant
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Valentina Vargas
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Angelique/Campesina
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Charlotte Chatton
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Genevieve L’Merchant
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Christine Harnos
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Rimmer
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Adam Scott
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Jacques
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Kim Myers
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Bobbi Merchant
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Mickey Cottrell
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Duc de L’Isle
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Louis Turenne
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Auguste
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Courtland Mead
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Jack Merchant
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Jody St. Michael
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La Bestia
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Paul Perri
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Edwards/Parker sin piel
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(Para ver su ficha completa en IMDb, pinchar aquí)
Argumento: En el año 2127 un famoso científico, Paul
Merchant, es apresado tras secuestrar su propia estación espacial. Detenido por
un equipo de asalto Merchant le cuenta a uno de ellos, Rimmer, la historia de
su linaje familiar, y la unión entre sus
descendientes y una caja inventada por su antepasado que fue objeto de brujería
para ser una puerta al mismísimo Infierno.
Crítica: Aparatosa cuarta entrega de la franquicia
Hellraiser torpedeada de manera sistemática por las discrepancias entre los
productores y su director, reputado diseñador de efectos especiales y
maquillador Kevin Yagher, quien firma con pseudónimo precisamente para
desvincularse de un proyecto que es lastrado por una trama confusa y
deslavazada (el prólogo, comenzando en el 2127 para casi automáticamente saltar
a 1796 y posteriormente a 1996, en un juego temporal que no ayuda nada a
aclarar su puzzle; las voces del doblaje, un atentado contra los oídos,
asépticas y que no encajan con los actores del reparto: la de Pinhead es con
diferencia la menos creíble; Valentina Vargas, una auténtica femme fatale en el
sentido más infernal de la palabra). Con un diseño de producción de pura serie
B deslustrado y unos efectos especiales de colocón delirante a base de anfetas,
Hellraiser: Bloodline es un desastre que hace aguas desde el minuto uno,
convirtiendo lo que debería de haber sido un trabajo brillante en una nadería
insufrible (el modo de dar origen a la infame Configuración de las
Lamentaciones, otro punto de escepticismo que cuesta digerirlo en su
explicación; el equipo de asalto inicial, típico y típico grupo de soldaditos
altamente cualificados puestos solo para morir de la manera menos agradable
posible; el final, tomando algo ya visto en la película pero a escala mucho
mayor: un anticlímax en toda regla). Con una banda sonora que huele a reciclaje
del original sin aportar novedad alguna, la cinta demuestra una descoordinación
flagrante entre sus partes, con un sosísimo Bruce Ramsay de improbable héroe,
un vestuario apenas vistoso (la parte de 1996, un atentado al buen gusto) y un
Doug Bradley que, igual que en Hellraiser III: Infierno en la Tierra [Anthony
Hickox, 1992], se enmarca como lo único que en verdad tiene algo de interés. A
pesar de una voz digna del museo del horror.
La Puntilla: Es penoso ver como una saga que empieza bien desbarranca más a cada nueva secuela. El precio a pagar por la comercialidad.
Mi
Valoración
★★★★★
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