Vista En: TCM, lunes 8 de agosto de 2016.
Título Original: Rosemary’s Baby.
Director: Roman Polanski.
Guión: Roman Polanski, basado en la novela El Bebé
de Rosemary, publicado en 1967. Género: Terror.
Música: Christopher Komeda. Fotografía: William Fraker.
Decorados: Robert Nelson. Vestuario: Anthea Sylbert.
Productora: William Castle Productions. Presupuesto: ±2.300.000 $.
País: USA. Año: 1968. Duración: 136 minutos. Color.
Reparto:
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Personajes:
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Mia Farrow
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Rosemary Woodhouse
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John Cassavetes
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Guy Woodhouse
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Ruth Gordon
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Minnie Castevet
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Sidney Blackmer
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Roman Castevet
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Maurice Evans
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Hutch
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Ralph Bellamy
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Dr. Abraham Sapirstein
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Angela Dorian
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Terry
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Patsy Kelly
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Laura-Louise
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Elisha Cook
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Sr. Nicklas
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Emmaline Henry
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Elise Dunstan
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Charles Grodin
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Dr. Hill
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Hanna Landy
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Grace Cardiff
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(Para ver su ficha completa en IMDb, pinchar aquí)
Argumento: Guy y Rosemary Woodhouse son un matrimonio
que se mudan a un viejo edificio donde empezar su vida de casados. Su vida
apacible cambia tras conocer a un matrimonio de venerables ancianos, los
Castevet, los cuales se interesan por Rosemary tras su embarazo, tanto que
comienza a sospechar que en realidad son unos brujos que quieren hacer daño a
su bebé.
Crítica: Después de su comedia sobrenatural El Baile
de los Vampiros [1967], Roman Polanski cambia de forma radical de registro para
dirigir una película con un enorme poder para la sugerencia y una malévola
atmósfera disfrazada de cordialidad, todo ello focalizado en una angelical Mia
Farrow cuya catarsis interpretativa abarca cada una de las emociones existentes
(el principio, con ella y Guy felices por emprender su nueva vida; su
progresiva paranoia hacia sus vecinos en su excesiva amabilidad hacia ella; el
momento en que duda de si está soñando o está viviendo algo real y por tanto,
terrorífico, donde unos ojos anticipan malévolas intenciones). Elegante en su
puesta en escena como en el vestuario de todos sus actores, John Cassavetes
está más que notable en un papel que le viene como anillo al dedo, dando pistas
para crear algunas dudas razonables, y su banda sonora ayuda a conferir todavía
más malignidad a su conjunto (Guy: ¿abnegado marido o un crápula dispuesto a
todo solo por el ideal de “fama y fortuna”?; la manera, paulatina y envolvente,
en que los Castevet y sus amigos van cercando el entorno a los Woodhouse,
creando una ratonera de la que no parece haber salida; Rosemary, jugando con
letras del Scrabble para resolver un anagrama). Aunque muchos de sus pasajes
poseen cierta lentitud narrativa en que parece que no esté pasando nada o que
son irrelevantes, Polanski adapta majestuosamente la novela de Levin para rodar
un largometraje turbio de necesidad (su acto final, repleto de revelaciones) y
un más que magnífico ejercicio de terror aliñado con terror psicológico (Guy y
Rosemary, escuchando unos cantos al otro lado de su dormitorio; el aspecto
enfermo de Rosemary, como si el bebé tuviera en ella unos nocivos efectos). Por
encima de su lenta parsimonia, La Semilla del Diablo es una propuesta de terror
bien pensada, mejor ejecutada, perturbadora hasta lo indecible.
La Puntilla: Si de repente todos tus allegados empiezan a
decirte las mismas cosas y a pensar igual, huye: más antinatural que eso no hay
nada.
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