Vista En: Youtube, jueves 16 de febrero de 2017.
Título Original: The Other Gods.
Director: Peter Rhodes.
Guión: H.P. Lovecraft, basado en su relato corto
homónimo, publicado en 1926. Género: Animación.
Música: Keith Handy. Dirección Artística: [Desconocido].
Productora: Subterranea Entertainment. Presupuesto: [Desconocido].
País: USA. Año: 2006. Duración: 5 minutos. Color y B/N.
Voces Originales:
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Personajes:
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[Inexistente]
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(Para ver su ficha completa en IMDb, pinchar aquí)
Argumento: En la Tierra de Ulthar, más allá del río Skai, un
anciano llamado Barzai el Sabio vive obsesionado con la idea de encontrarse con
los dioses de la Tierra ,
que bailan en la noche en la cima de la montaña Hatheg-Kla. Pese a los consejos
de Atal, su discípulo, de no ir a verlos, Barzai se lleva a Atal a un viaje
para ascender el Hatheg-Kla y de ese modo verlos cara a cara.
Crítica: Adaptación más o menos bien lograda de uno de
los relatos clásicos del escritor H.P. Lovecraft (1890-1937), montado como si
se tratase de una de las películas que hubiesen surgido de la mente de Georges
Méliès y con un prólogo que crea la ilusión de tratarse de una película
perdida, que recurre a la animación con recortes para poner el relato en
imágenes, creando una más que conseguida atmósfera (los carteles negros con letras,
replicando 100% el estilo de las películas del cine mudo de los años 20, que
explican la acción que sucede en el cortometraje como los diálogos de los
personajes; la charla entre Barzai y Atal, en el que el primero se convierte en
el perfecto ejemplo de egolatría en su idea de que los dioses agradecerán
conocerle; la visión de la montaña Hatheg-Kla, casi como la misma que
obsesionaba a Roy Neary en Encuentros en la Tercera Fase [Steven
Spielberg, 1977]). Errada en lo que se refiere a su banda sonora, en especial a
su momento culminante, que escoge unos sonidos que no acaban de casar con las
imágenes mostradas y destruyen parcialmente tu pátina de terror, Los Otros
Dioses mantiene el tipo pese a sus defectillos para ser una muy escueta pero
sencilla propuesta que conserva su poder evocativo muy bien a lo largo de sus
escasos cinco minutos de duración en su búsqueda de recrear la sensación de
horror en los escritos del autor de Rodhe Island (el momento en el que,
finalmente, Barzai obtiene su anhelado premio, solo para encontrarse con más de
lo que puede procesar y de lo que sus sentidos pueden soportar: un baile de
formas informes de perturbadora presencia; la casa de Barzai, casi como si se
tratase de la de un alquimista o un mago para dar a entender sus grandes
conocimientos). Un trabajo que más allá de la sencillez en los personajes,
siempre en siluetas en blanco y negro, se ve con la mayor facilidad. Aunque
escucharlo ya es otra historia.
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