SUBJETIVO (DEPENDE DE QUIEN ME MIRE)
Intentando comprender qué fue lo
que le sucedió a su fallecida esposa Mary y cómo fue a parar a un pueblo de
nombre Point Pleasant, haciendo un viaje imposible según las leyes físicas,
John Klein recibe una llamada nocturna del ser que supuestamente provocó su
accidente de coche y que, con tiempo, fue la causa de que ella muriese. Y dicha
entidad, cuando John le pregunta qué aspecto tiene (algo que ella sí vio pero
él no), dicha entidad, respondiendo al nombre de Indrid Cold, contesta: «Depende de quien me mire». Esa escena de Mothman: La Última Profecía [Mark
Pellington, 2002] representa, de forma involuntaria, el drama de los que de
alguna forma chocan de pleno con algo que existe fuera de la realidad tal y
como los seres humanos la entienden: el encontrarse con algo que parece ir un
paso por delante del testigo, que tiene increíbles conocimientos futuros y que,
curiosamente, cambia de aspecto en función de ese mismo testigo (ángeles para
cristianos, yokais para japoneses, elfos para los nórdicos, etc...). Y es que,
por más que sea difícil de aceptar, los llamados de forma genérica daimon o
daimones, vocablo del que toma su raíz su posterior forma envilecida “demonio”,
parecen tener dos cualidades sumamente molestas: el don de camuflarse al ojo
humano para aparecerse en distintas formas, y una insana y malsana afición a
jugar con los seres humanos que tienen la desgracia de encontrarse con ellos,
como una especie de juego de gato y el ratón, con el detalle de que es el
humano el ratón en tal juego. Expuesto en incontables películas y
magníficamente retratado por un Richard Gere soberbio en el film de Pellington,
John Klein se convierte en paradigma de que, tocado por el misterio y buscando
la verdad de él, no tarda en darse cuenta que, en realidad, es presa de un ser
de aspecto subjetivo que posee la insana y malsana afición de jugar con
aquellos que se cruzan con él.
Nº De Serie: NC/TCM/00751. Escrito Por: The Cineman.
Publicado El: Jueves, 14 de diciembre de 2017.
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