PUZZLES Y MENTIRAS
En toda serie y película
policíaca, hay tres preguntas básicas que formular a fin de resolver el crimen
de turno: “¿quién”, “¿cómo?” y la más importante de todas, “¿por qué?”. Claro
que una vez formuladas las preguntas, el asunto y el principal problema es
darles respuesta. A sabiendas de que la tercera de las preguntas puede ser
suplida con una variante más que sugestiva (“¿quién se beneficia?” o “¿quién
sale ganando más con esa muerte?”), la policía o los detectives privados, según
el caso, parten de dicha premisa para ir de pesca y tirar del hilo una vez han
encontrado una prueba que les permite empezar la investigación. Un
procedimiento policial que ha cambiado mucho con los años tras la llegada de
las redes sociales, donde la tecnología ha convertido a los agentes de la ley
en unos expertos no solo en móviles y ordenadores si no que usan una serie de
instrumental forense que tres o cuatro décadas atrás hubieran pertenecido
fácilmente al terreno de la ciencia ficción. Y todo ello sirve a un mismo
propósito: recomponer el deslavazado puzzle de la truncada vida de la víctima,
descubrir donde y con quien estuvo, para, justo después y como si de
espeleólogos se tratasen, cribar entre las verdades y las mentiras de los
diferentes testigos para averiguar si entre ellos está o no el asesino. Un
proceso trampeado ampliamente en el cine (y en televisión aún más para que cada
crimen ocupe un capítulo o dos como mucho), que atisba un reflejo del trabajo
policial y de lo que cuesta tanto descubrir a un asesino como después
encarcelarle para que cumpla la condena correspondiente. Una rutina que, de la
sencillez de inicios del siglo XX a las complejidades de inicios del siglo XXI,
transforma a los agentes de la ley en buscadores de una verdad que aún siendo
la misma, es diferente con cada víctima. Aún cuando dicha verdad es diseñada
para que ocupe un solo capítulo. O dos, como mucho.
Nº De Serie: NC/TCM/00479. Escrito Por: The Cineman.
Publicado El: Viernes, 7 de abril de 2017.
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