VERDADES Y AUTORIDADES
Si hay una cosa que une al cine
político o histórico, independientemente de aquellos que aparezcan por la
película y de la era en la que esté ambientada, es su forma de mostrar los
entresijos de los pasillos del poder, de gente que pasa su tiempo unos
declarando guerras o evitándolas, o bien metidos en mil y unas operaciones
secretas que comprometen la paz mundial. Un delicado equilibrio en el que sin
embargo y de forma subrepticia, se levanta una duda: ¿por qué ellos y no otros
son los que mandan?, ¿qué o quién les confiere dicho poder?. Porque si una
sociedad se basa en la verdad y la honestidad como su arma principal de
cooperación entre personas, en ser honestos y altruistas los unos con los
otros, no se puede decir que los mandamases, desde ejecutivos a políticos, se
prodigan mucho en dicho campo. Conspirando contra el pueblo a propósito para
que no entre en un pánico que pudiera amenazar su “posición privilegiada”,
ocultando información cuando les conviene e incluso matando a aquellos que
puedan desafiarles y/o suponer una amenaza, resulta chocante que los más
mentirosos, tramposos y desalmados sean los que ocupen todos los escalafones de
poder, y que quienes realmente van en busca de la verdad (desde exploradores a
historiadores e arqueólogos, y el resto de la comunidad científica) son poco
menos un cero a la izquierda. Porque en un mundo donde verdad y autoridad tabulan
en extremos muy opuestos aunque no lo parezca a simple vista, es ciertamente
peligroso dejarse llevar por aquellos que dicen velar por los intereses del
pueblo llano, pero de espaldas a ellos caen en los delitos más execrables,
tanto financieros como de otra índole más corrupta. Un axioma expuesto por Lord
Acton en el siglo XIX («El poder corrompe. Y el poder absoluto corrompe
absolutamente»), que da fe de lo arriesgado que es aceptar la autoridad como la
verdad, en vez de la verdad como autoridad.
Nº De Serie: NC/TCM/00465. Escrito Por: The Cineman.
Publicado El: Viernes, 24 de marzo de 2017.
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