SUCIO, MUY SUCIO
A pesar de que daba vida a un
chico sin dinero y con muchos más sueños que billetes en el bolsillo, Leonardo
DiCaprio logró con Titanic [James Cameron, 1997] el inicio de una carrera que
daría para mucho en años posteriores, pero que contaba con un pequeño defecto
que, durante mucho tiempo, conseguía que siempre se le escapase entre las manos
el tan codiciado y soñado premio Óscar de Mejor Actor Principal: la suciedad.
Este detalle, extraño dicho así en frío, cobra sentido cuando se analizan sus
películas, desde las inmediatas a Titanic El Hombre de la Máscara de Hierro
[Randall Wallace, 1998] y La Playa [Danny Boyle, 1999] a otras mucho más
distanciadas en el tiempo de la talla de Shutter Island [Martin Scorsese, 2010]
o El Lobo de Wall Street [Scorsese, 2013], o el remake de El Gran Gatsby [Baz
Luhrmann, 2013]. En todas ellas, incluso en las que debería estar un poco más
desarreglado como Diamante de Sangre [Edward Zwick, 2006], Leonardo DiCaprio
ofrece una actuación genial, pero siempre va hecho un pincel, perfecto en
vestuario como en elegancia, recreando esa eterna imagen de galán de Hollywood
tal que si se convirtiese en un sucesor de Clark Gable o Rodolfo Valentino. Y
es por eso que, hasta que no llegó Alejandro González Iñárritu y El Renacido
(The Revenant) [2015], a casi veinte años de Titanic, de esfuerzo y currárselo,
DiCaprio no logró tener en sus manos ese susodicho premio. ¿Y cómo lo logró?.
Tan simple y sencillo como arrastrarse por el suelo entre la inmundicia,
despojándose de su imagen de galán para quitarse ese sentimiento de figurín y
ser un hombre de a pie en busca de venganza por la muerte de su hijo mestizo.
Un giro radical a la hora de meterse en una peli, con el que se llevó el gato
al agua. Irónicamente, fue la falta de grandeza en su personaje lo que le
permitió ganarle la partida a la Academia de Hollywood. Y todo a base de lucir
sucio. Muy sucio.
Nº De Serie: NC/TCM/00455. Escrito Por: The Cineman.
Publicado El: Miércoles, 15 de marzo de 2017.
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