SIEMBRAS Y COSECHAS
Idolatrar e seguir de cerca la
carrera de un actor o actriz, o en su defecto la de un director, viene a ser lo
mismo que sembrar en un huerto, y esperar que con el tiempo las semillas
germinen y den sus brotes. Salvo que se llegue a un extremo de obsesión ciertamente
peligroso como el de Jonathan Norman (que allá por los 90, obsesionado con
Steven Spielberg, llegó a asaltar su casa con intención de violarlo), la pasión
por ese ídolo de turno es el equivalente a dar una parte de uno mismo con idea
de, aunque sea desde la distancia y quizá sin oportunidad de decírselo/a
personalmente, depositar en él/ella sueños, esperanzas y emociones de forma
que, cuando esta persona aparezca por la gran pantalla, lo sembrado se recoge
en una cosecha de afectividad gracias a su interpretación (en el caso de grupos
y cantantes, con conciertos en vivo y nuevos álbumes). Algo que precisamente es
propio de adolescentes que viven y se desviven por sus amados ídolos al punto
de la histeria, y un movimiento cultural que se inicia en los años 50 con
leyendas como Paul Newman y Elvis Presley, y evoluciona a lo largo de
posteriores décadas con la nueva hornada de adolescentes, de los años 70 con
Robby Benson y Leif Garrett, a los 80 con Molly Ringwald y Madonna y luego a
los años 90 con Kurt Cobain y Leonardo DiCaprio. Una extraña simbiosis en la
que chicas y chicos se mimetizan con la persona adorada e idolatrada, en una
búsqueda por su identidad y con la que soñar y descubrir el mundo, en un deseo
de tener algo por lo que vivir. Y si bien a inicios del siglo XXI Robert
Pattinson y Justin Bieber mantienen viva la tradición de lo ídolos adolescentes
(que dará más nombres en el futuro), es parte intrínseca de la adolescencia
contar con ídolos a los que seguir. Eso sí, sin llegar a esos extremos
obsesivos como los de Jonathan Norman.
Nº De Serie: NC/TCM/00448. Escrito Por: The Cineman.
Publicado El: Miércoles, 8 de marzo de 2017.
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