EL DOMINIO DEL FANATISMO
No existe una sola película que
esté inspirada o basada en la Edad Media que no muestre en toda su crudeza el
dominio limitado que, como peste negra, poseía la Iglesia Católica de un
extremo a otro del Continente Europeo. Una dominación basada en la fe que no en
la razón, en la obsesión por El Diablo y sus seguidores que no en el bienestar
de la población, en la superstición que no en la ciencia. Un reguero de muerte
y destrucción imparable que duró a lo largo de siglos, convirtiendo la mera
existencia en un delicado equilibrio del que fácil era caer siendo acusado,
procesado y quemado (o torturado hasta la muerte), si uno era librepensador o
mujer (y especialmente si ambas cosas coincidían). De ese modo, la Edad Media
no fue más que un extraño caso de involución social que destruyó el progreso
científico realizado en la Biblioteca de Alejandría y otros sitios parecidos,
volviendo a una doctrina de terror y de poder basado en la sangre, y que
tristemente perduró unos mil años hasta la llegada de Galileo Galilei, Nicolas
Copérnico y Johannes Kepler, entre otros, que redescubrieron lo que sus
antepasados ya sabían mil años atrás. Una luz entre tinieblas que puso en jaque
a la Iglesia Católica y sus doctrinas, y que pudo encarrilar de nuevo a la raza
humana en un progreso de razonamiento y comprensión, que no en la barbarie
religiosa de miles (tal vez millones) de ejecuciones y juicios sumarísimos por
brujería, por las que el Vaticano jamás ha perdido la más mínima disculpa por
lo que hicieron por siglos que pasaron. Nostradamus [Roger Christian, 1994] y
Braveheart [Mel Gibson, 1995] son dos pequeños ejemplos en donde politiqueos y
fanatismo dominaban la vida en el Viejo Continente incluso en el más pequeño de
los actos de la vida cotidiana. Un amargo recordatorio de una época más oscura
que una noche sin estrellas. Porqué eso exactamente es lo que es vivir en el
dominio del fanatismo.
Nº De Serie: NC/TCM/00468. Escrito Por: The Cineman.
Publicado El: Lunes, 27 de marzo de 2017.
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