VAMPIROS Y MURCIÉLAGOS
1897 marca un antes y un después
en el mundo del vampirismo, gracias a la aparición de Drácula, la inmortal
novela de Bram Stoker adaptada numerosas veces a la gran pantalla. Uno de sus
rasgos más reconocibles, y que ha dado para mucho en materia de efectos
especiales, de los más chabacanos a los más sofisticados, es el momento en el
que Drácula se convierte en su forma de murciélago. Aunque tiene el poder de
transformarse en otros seres como lobos o ratas, no existe otro animal que haya
quedado tan unido a la figura del vampiro como esa pequeña rata alada, caso
insólito entre mamíferos que habita en las cuevas del mundo subterráneo, cuya
sola visión despierta toda clase de pulsiones en el interior del ser humano.
Unidos precisamente en que tanto el animal como el ser sobrenatural dependen
únicamente de la sangre como fuente de su alimento, rara es la película sobre
vampiros en que no se incluyen los murciélagos como acompañantes de los
chupasangres de turno, salvo si bien hay algunas excepciones notables de la
talla de Entrevista con el Vampiro [Neil Jordan, 1994] y Vampiros, de John
Carpenter [1999]. El resto, de Van Helsing [Stephen Sommers, 2004] a la de
Drácula: La Leyenda Jamás Contada [Gary Shore, 2014] y muchas otras por el
camino, se aprovechan de forma casi obsesiva del murciélago y el vampiro para
representar la unión del hombre y el animal en su faceta más perversa y
malvada. Tanto si es capaz de transformarse en él como solo dominarlo a su
antojo (y sin diferencias de género, tal como se viese en La Liga de los
Hombres Extraordinarios [Stephen Norrington, 2003]), el vampiro es, citando a
Van Helsing, “un vagabundo de la oscuridad exterior” cuya naturaleza corrupta
hace tenerle aversión tanto por su apariencia como por sus intenciones.
Exactamente como esa pequeña rata alada que habita por legiones en las cuevas
del mundo subterráneo.
Nº De Serie: NC/TCM/00462. Escrito Por: The Cineman.
Publicado El: Martes, 21 de marzo de 2017.
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