Vista En: Cines Los Prados (Oviedo), sábado 3 de
septiembre de 2016.
Título Original: Ben-Hur.
Director: Timur Bekmambetov.
Guión: Keith R. Clarke y John Ridley, basado en la
novela homónima de Lee Wallace, publicada en 1880. Género: Aventuras.
Música: Marco Beltrami. Fotografía: Oliver Wood.
Decorados: Alessandra Querzola. Vestuario: Varvara Avdyushko.
Productoras: LightWorkers Media, Sean Daniel Company,
Paramount Pictures y Metro-Goldwyn-Mayer. Presupuesto: ±100.000.000 $.
País: USA. Año: 2016. Duración: 125 minutos. Color.
Reparto:
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Personajes:
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Jack Huston
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Judah Ben-Hur
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Toby Kebbell
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Mesala Severus
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Rodrigo Santoro
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Jesús
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Nazanin Boniadi
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Esther
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Ayelet Zurer
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Naomi Ben-Hur
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Pilou Asbæk
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Poncio Pilatos
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Sofia Black-D’Elia
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Tirsa Ben-Hur
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Morgan Freeman
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Ilderim
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Marwan Kenzari
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Druso
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Moises Arias
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Dimas
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James Cosmo
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Quinto
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Haluk Bilginer
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Simónides
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(Para ver su ficha completa en IMDb, pinchar aquí)
Argumento: Judah Ben-Hur es un acomodado príncipe judío
al que acusan de haber intentando asesinar a Poncio Pilatos. Intentando
proteger a su familia se autoinculpa del crimen, siendo enviado a las galeras.
Cinco años después, escapa después que su barco es destruido, rescatado por un
comerciante que le da la ocasión de enfrentarse a Mesala, su antiguo hermano y
verdugo.
Crítica: Otrora autor de Guardianes de la Noche [2004]
y Guardianes del Día [2006], Timur Bekmambetov destruye de forma sistemática la
novela de Lew Wallace con un film cuyo planteamiento, desarrollo y desenlace se
define con dos sencillas palabras: “muy poco” (actuaciones muy poco creíbles,
paisajes muy poco aprovechados, escenarios muy poco lucidos, efectos especiales
muy poco elaborados, y así un largo etc.), dando como resultado un proyecto en
donde no se notan los 100 millones invertidos, transmitiendo la sensación de
ser más una película para TV de la HBO que de un alarde de superproducción (el
puerto de Tiro, digital que espanta en su diseño; las apariciones de Jesús, en
el que Rodrigo Santoro transmite la misma emoción que ver el secarse de una
pared recién pintada: mención aparte merece Toby Kebbell y su cara de
estreñimiento perpetuo; las carreras de cuádrigas, filmadas como si quisieran
imitar la pelea de gladiadores vista en Pompeya [Paul W.S. Anderson, 2014]).
Deficiente hasta en los cambios de guión con respecto a la original, el remake
hecho por el director de Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros [2012], más que
una película, es una pústula infecta y purulenta incapaz de tener un solo
atisbo de dignidad cinematográfica, convirtiéndose a su vez en el síntoma de
una epidemia que domina a Hollywood (la fiebre, nunca mejor dicho, por los
remakes y reboots), que no funciona ni siquiera en la banda sonora ni en los secundarios
o el vestuario, excepto en el retrato de la crueldad romana hacia todos los que
no sean como ellos (lo único que realmente sí está bien hecho: el resto se va
por la pendiente de una decrepitud dolorosa de soportar). Una tragedia donde ni
siquiera un muermo Jack Huston sostiene el ejemplo último de lo que debe ser
una película. Y que la OMS piense en declarar las rastas de Morgan Freeman como
“enfermedad infecciosa”: dañan solo de verlas.
La Puntilla: ¿Destruir una obra cumbre del cine con un
remake así puede ser tildado de “crímenes contra la humanidad”?. Si no lo es,
debería serlo.
Mi
Valoración
★★★★★
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