DIGITALISMOS Y JUVENTUDES
A pesar de que tiene dos
problemas básicos, que son las manos y los ojos (las primeras por falta de
definición o naturalidad de movimientos, y los segundos por la falta de esa
chispa de la vida que poseen los de verdad pero no los que se ven en pantalla),
los efectos especiales generados por ordenador (llamados en inglés “CGI”
{Computer Generated Image}) han llegado a una perfección que sorprende por el
avance y por la precisión de sus píxels. Una perfección cuyos inicios fueron
torpes y difíciles, como en El Cortador de Césped [Brett Leonard, 1992] o en
Power Rangers: La Película [Bryan Spicer, 1995] pero que llegado el siglo XXI
han multiplicado sus posibilidades. Y a ese extremo, pocas técnicas tan
curiosas como la de rejuvenecer o revivir actores que murieron años atrás. Y
Rogue One: Una Historia de Star Wars [Gareth Eswards, 2016], cumple a rajatabla
con ambas técnicas ya que por un lado, resucita de forma casi perfecta a un
Peter Cushing había fallecido en 1994 (usando el cuerpo de Guy Henry como
referencia, para poner la cara de Cushing encima), y usando a la joven Ingvild
Deila como réplica juvenil de una princesa Leia, haciendo casi lo mismo que
Henry, con la salvedad de que Carrie Fisher aún no había fallecido. A pesar de
que dicha técnica, aún no pefeccionada, ya había tenido algún escarceo antes
con Jeff Brigdes y Tron: Legacy [Joseph Kosinski, 2010], dar vida a CLU, un
programa digital con la cara y cuerpo de un Bridges mucho más joven, no salió
demasiado bien ya que no conseguía transmitir sensación de estar vivo como se
supone debía hacerlo. Ese es precisamente el Talón de Aquiles de lo pasa cuando
se crea o se recrea a un ser que en teoría tiene que pasar por ser humano: que
a pesar de lo increíblemente bien que pueda estar hecho, el ser consciente de
ser digital impide verlo y/o aceptarlo como algo legítimo y real. Eso, y que
siguen teniendo un problema en manos y ojos.
Nº De Serie: NC/TCM/00518. Escrito Por: The Cineman.
Publicado El: Sábado, 13 de mayo de 2017.
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