LA MOVIDA: HISTORIA DE UN MITO
1ª Parte: Introducción
“La Movida...”. Bajo tras
estas dos sencillas palabras, repetidas hasta la saciedad por aquellos que la
vivieron, los nostálgicos que la añoran y los que no la vivieron pero sí la
estudian y analizan casi con tanta devoción como los que estuvieron allí, se
esconde una época, un tiempo, un instante de la historia de España que se
resiste a morir en el inconsciente colectivo, como si algo en la mente de la
gente pulsara en el interior, agitando las fibras de la conciencia más profunda
y abismal, y pugnara por mantener viva una llama, una promesa, y quizá hasta
una penitencia que nunca se cumplió del todo. Puesto que ya se han hecho libros
y libros meditando y diseccionando sobre La Movida en profundidad, optaré por
algo distinto, una sencilla cronología de hechos y datos, desde mi punto de
vista. Un pequeño viaje personal a un país que buscaba una nueva identidad.
No puedo iniciar el viaje
sin mencionar un dato importante: no viví La Movida. O al menos, no del todo.
Nacido durante la Transición, a seis meses vista de que la Constitución
Española fuese aprobada, los primeros años 80 pasaron para mí en las tinieblas
de una infancia imposible de recordar. Por tanto, al no ser 100% testigo
directo de esa época, debo ocupar el puesto de un observador, que no de quien
lo vivió en sus carnes. No obstante, mi mente conserva con toda su fuerza mis
recuerdos, una vez ésta empezó a formarlos, por lo que el resto de esa década
está nítidamente grabada en mi mente, lo suficiente como para echar la vista
atrás y completar las piezas que faltan del puzzle que voy a resolver. Dicho
esto: ¡comenzamos!.
2ª Parte: Rompiendo Con El Pasado
Para entender La Movida
hay que entender su contexto y el tiempo en el que se vivía entonces. Corrían
los años 70, años convulsos y cambiantes en el que se acuña un término que es
base de toda libertad creativa y expresiva: “contracultura”. Deudores de la
revuelta hippie traída de los años 60, los 70 fueron igual de tumultuosos y
violentos, lo que derivó en profundos cambios sociales. Si bien en el resto del
mundo eso empezó casi de inmediato según la década comenzó, en España dicho
cambio no llegó hasta 1975, con el final de la dictadura que supuso la muerte
de Franco, y la llegada de la democracia, encarnada por Juan Carlos I, primer
rey de España en 40 años. Dos años más tarde, con la celebración de las
primeras elecciones generales democráticas, se crea el periodo que se ha dado
en llamar La Transición Española, en el que España debe asumir una nueva
identidad. Un caldo de cultivo perfecto para la creación y la experimentación,
para crear otros modos de expresarse, algo que se extendió a todos los géneros
del ocio, tanto cine, como moda, como la televisión y, como no, la propia
música.
Lastrada desde años ha
por el sistema represor franquista, la música (al igual que el cine y
cualquiera tema dirigido al público en general) estaba severamente necesitada
de un gran cambio tanto en sus formas como en sus sonidos. Con la herencia de
grupos como Fórmula V, Los Diablos, Los Bravos, Los Mismos o de cantantes como
Julio Iglesias o Palito Ortega, los años 70 se verán recordados como el intento
de romper con lo conocido y lo impuesto por el régimen. Con la figura del
censor desaparecida, aquella generación de adolescentes con ganas de crear un
mundo lejos de las imposiciones tanto del estado como de sus padres encuentra
al fin la libertad necesaria para abrirse camino y terminar con las viejas
reglas del juego. Un deseo que se tradujo no solo en unas películas que
buscaban con avidez reflejar dicho cambio, si no en canciones que pudieran
igualmente transmitirlo y que fuesen marca de su tiempo: marca a la que se le
llamaría la Nueva Ola Española, rebautizada con el tiempo, y para siempre, como
La Movida.
3ª Parte: Creación E Inicios
Oficialmente, y a ojos de
muchos historiadores, el punto de partida se data el 9 de febrero de 1980,
cuando se organiza un concierto en homenaje a José Enrique Cano Leal, batería
de un grupo llamado Tos (reconvertido, años después, a Los Secretos), fallecido
en la nochevieja de 1979 por un accidente de tráfico. En el concierto actuaron
Mermelada, Trastos, Nacha Pop, Alaska Y Los Pegamoides, Mario Tenia Y Los
Solitarios, Paraíso, Los Rebeldes (futuros Los Bólidos, sin relación con el
grupo catalán liderado por Carlos Egarra), y el resto de miembros de Tos. Eso,
como digo, a ojos de algunos historiadores. A mis ojos, La Movida empezó dos
años antes, en 1978, con la (fugaz) aparición de un grupo, referente y pionero
del movimiento, cuyo nombre ya está por siempre unido tanto a esa época como a
La Movida en sí: Kaka De Luxe. Tanto sus alocadas canciones como la estética
del grupo fueron el punto de ruptura, el verdadero momento genesíaco para que
otros se subieran al carro: grupos como Loquillo Y Los Trogloditas, Nacha Pop,
Radio Futura y un largo etc., los cuales prendieron la mecha de algo que iba a
cambiar drásticamente la cara de una España que deseaba escapar de una época de
represión en busca de, en palabras de Jarcha, aquel mítico grupo musical,
“Libertad Sin Ira”.
Aunque en su origen el
nombre completo es La Movida Madrileña, tres fueron los focos en que el
movimiento empezó su andadura, al margen de la capital: Barcelona y sobre todo
Vigo, germen de varios grupos y de la que se llegó a rumorear en su día que se
creaban 500 bandas musicales por día (el tercero en discordia sería el País
Vasco, sin ciudad concreta, en donde surgió el “Rock Radical Vasco” sobre 1983,
muy alejado de la corriente general de La Movida y centrado en un alegato
antisistema, abanderada por grupos de punk como Eskorbuto, Cicatriz, Vomito o
Larsen). Con el triángulo geográfico establecido y localizado, paulatinamente
diversas formaciones se movieron a Madrid buscando su propio hueco en el nuevo
panorama musical, como Danza Invisible (en su primera etapa, sin el emblemático
Javi Ojeda como cantante) o Burning, y usando la televisión para darse a
conocer, dentro de programas como Musical Express, Caja De Ritmos o, años
después, el ya legendario La Bola De Cristal, icono por derecho propio tanto de
los 80 en general como de La Movida en particular. En un país en el que aún
existían solo dos cadenas de televisión, una actuación musical podía ser
seguida por una media de 35 ó 40 millones de espectadores, tal vez incluso más,
algo imposible hoy en día por el enorme exceso de canales de televisión. De esa
manera, La Movida no fue solo seguida por los que iban a los conciertos en
directo, si no también por los adolescentes que podían verlo desde sus casas y
que comenzaban a buscar sus discos en las tiendas más cercanas que tenían en
sus barrios.
4ª Parte: Explosión Musical
De nuevo según varios
historiadores, el momento cumbre de La Movida ocurriría el 23 de mayo de 1981
(tres meses exactos después del fallido golpe de estado de Tejero), en el que
se organiza el “El Concierto de Primavera”, organizado por los alumnos de la
Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid de la Universidad
Politécnica de Madrid, que fue seguido por un aforo de más de 15.000 personas
que, a lo largo de unas nueve horas, escucharon en directo canciones de grupos
como Farenheit 451, Los Modelos, Alaska y los Pegamoides, Flash Strato, Mamá,
Tótem, Los Secretos, Rubí y los Casinos y Nacha Pop. Sin rebajar ni renegar de
su importancia, el verdadero momento cumbre de La Movida (a mi parecer) no
estuvo en dicho concierto, si no en la ingente cantidad de grupos de toda clase
surgidos entre 1981 y 1984. La lista es poco menos que inconmensurable: Los
Elegantes, Siniestro Total, Golpes Bajos, Esqueletos, Betty Troupe, Los Monaguillosh,
Derribos Arias, Parálisis Permanente, Los Rápidos, Aviador Dro, Aerolíneas
Federales...y muchísimos más. La mayoría de ellos tuvieron una existencia
efímera de un álbum, o incluso un solo single, en tanto que algunos otros se
reciclaron con el tiempo (por ejemplo Los Rápidos, que tras cambiar de nombre a
Los Burros, pasaron definitivamente a ser El Último de la Fila en 1985). Es en
esos años en donde La Movida Madrileña experimenta su edad de oro, reflejada
precisamente en La Edad de Oro del Pop Español, el emblemático programa de TV
que estuvo en antena entre 1983 y 1985, presentado por Paloma Chamorro, y por
el que pasó lo más granado de la época.
De Glutamato Ye-Ye a
Gabinete Caligari, el programa se convirtió en el referente musical
indiscutible, alcanzado la categoría de hito al conseguir reunir, cinco años
después de su separación, a todos los miembros de Kaka De Luxe para un único
concierto en directo, en el que volvieron a sonar todos sus temas de entonces.
Un programa de televisión que para mí fue el punto de apoyo perfecto no solo
para ver a esos grupos que en ese momento estaban de moda, si no para ver la
estética que se llevaba. En una sociedad en pleno cambio, La Movida Madrileña
no solo fue música, también fue moda, un estilo marcado por lo recargado de
colores y extravagancias (llevado al extremo en casos como los de los cantantes
Paco Clavel o Martirio), la mayoría de ellas vistas como un exceso con el paso
del tiempo. No obstante, visto con otros ojos, se puede ver aquellas formas de
vestir como un acto de transgresión, o sencillamente como el acto de libertad
de vestir diferente, aún cuando eso pudiera causar risa en los demás. Esa es
precisamente uno de los rasgos en que La Movida, y por ende los 80, se desmarca
del resto de las épocas: por el colorido y lo extravagante de su vestuario, un
símbolo de quienes buscaban encontrar su identidad al margen de
convencionalismos pasados.
5ª Parte: Degeneración
Al igual que todos los
grandes acontecimientos y todos los grandes imperios a lo largo de la historia,
La Movida empezó a morir de una forma tan rápida como empezó. Su decadencia
comenzó, irónica y precisamente, a raíz de su propia fama. La imposibilidad de
abarcar un mercado tan grande debido a la falta de discográficas provocó que muchos
grupos se disolvieran al ver que no tenían una distribución apropiada para sus
canciones. En una era en el que la informática estaba en pañales e Internet era
poco más que un sueño surgido de la ciencia ficción, los grupos dependían
enteramente de tener un sello discográfico al que adherirse para su publicidad
y comercialidad. A eso se sumó un problema todavía mayor: la aparición de las
drogas, un problema desconocido en la España de los 60 y 70, y que en los 80
causó estragos en los adolescentes, cuyos padres establecieron una fuerte
relación causa/efecto entre La Movida y el consumo de drogas en toda clase de
bares y discotecas, lo que empezó a concienciar a la sociedad sobre ciertos
peligros, hasta aquel momento desconocidos.
El alto grado de la delincuencia,
el abuso de sustancias, el grado de criminalidad (sobretodo en los infames
“quinquis”, que en su mayor parte no pasaban de 17 años) fue la otra cara,
injustamente olvidada, de una sociedad que veía como de la libertad se pasaba
al libertinaje, como chicos y chicas que no lograban ver realizados aquellos
deseos de un mundo mejor buscaban evadirse en las drogas y en cantidades
ingentes de alcohol. Rota la represión de sus padres, y deseando escapar
precisamente de la vida que éstos habían llevado, la juventud experimentaba con
todo, desde alcohol y drogas a sexo (el SIDA no se dio a conocer hasta 1985,
momento en que se empezó a tener una cierta conciencia de las enfermedades de
transmisión sexual). Debido a la incapacidad de los padres de hablar con los
hijos de esas cosas, fruto de la represión pasada, y a la incomprensión de una
sociedad aún anclada en viejos traumas, La Movida elevó más sus cotas de
libertad, llevándola a la inevitable degeneración que sucede incluso con los
más grandes imperios de la historia (como el del Carlos V, “donde nunca se
ponía el sol”). Tal y como una vez me dijeron sobre aquella era: «La Movida era
ver a un yonqui picándose la vena en mitad de Gran Vía».
6ª Parte: El Fin De Una Era
Algunos historiadores
datan el fin de La Movida en la noche del 17 de diciembre de 1983. En tan
fatídica fecha, la discoteca madrileña Alcalá 20 se quemó, matando a 82
personas al verse atrapadas en su interior. Las pésimas condiciones del local,
que era prácticamente una ratonera sin salidas directas a la calle, con sus
escaleras deficientes, sin puertas ni cierres reglamentarios, salidas de
emergencia excesivamente largas y sin salida de humos, crearon un escándalo a
nivel nacional, y hubo muchos que vieron en ello otra muestra de los excesos de
La Movida. Otra grupo, en cambio, data su final en una fecha posterior, el 21
de septiembre de 1986. Ese día se ponía en marcha el “Tren de la Movida”, que
cubrió la ruta Madrid-Vigo para un intercambio cultural entre los grupos de
ambas ciudades. El resultado: sexo indiscriminado por sus vagones, más drogas y
alcohol en una alucinógena odisea de varias horas que culminaron cuando Fabio
McNamara (el 50% de Almodóvar & McNamara), ya en el centro de congresos de
Vigo y en pleno delirio de alcohol, enfadado al conocer que al evento no
estaban invitados Siniestro Total, lanzó una botella por los aires, que fue a
estrellarse contra la frente de la funcionaria Teresa Lozano Díez, la cual
recibió tres puntos en el hospital. Manuel Soto y Joaquín Leguina, por aquel
entonces alcalde de Vigo y presidente de la comunidad de Madrid
respectivamente, vieron en aquel suceso el punto y final de algo que se les iba
de las manos y que debía ser parado de inmediato.
Víctima de su propio
exceso, La Movida murió a manos de sí misma, incapaz de contenerse en su propia
rebeldía, y aunque soy de los que piensan que el Tren de la Movida fue el
verdadero declive de La Movida, lo considero más “el principio del fin” más que
el fin en si. Para mí, su fin definitivo llegó en 1989, cuando se publica una
canción que (bien mirada) le da un más que simbólico fin a La Movida, tanto en
la canción como en el nombre del grupo: “El Límite”, de La Frontera (su
apertura es para revisar con suma atención): «Escucha bien, mi viejo amigo/No sé
si recordarás/Aquellos tiempos ahora perdidos/Por las calles de esta ciudad»).
A mi juicio, La Movida no murió por ser un fracaso. Murió de éxito, y tuvo una
muerte lenta e imperceptible tras ese Tren de La Movida, todo ello orquestado
por un gobierno que, a pesar de querer dar imagen de moderno, progre y
democrático, en el fondo aún seguía usando los sistemas del viejo régimen
(algunos de los políticos de entonces eran hijos de miembros de la cúpula del
poder de Franco y/o eran partidarios de sus tácticas censoras), del mismo modo
que ciertos mecanismos sociales todavía sentían el peso de la dictadura sobre
sus espaldas. Si quieres matar algo públicamente y no quieres una revuelta como
consecuencia, es mejor un lento veneno que una bala en la cabeza. Para cuando
el Muro de Berlín cayó el 9 de noviembre de 1989, La Movida Madrileña estaba
muerta y enterrada, y con ella todo el espíritu transgresor e irreverente de
una época que, en el fondo, tan solo buscaba explorar una libertad que no había
sentido en más de 30 años de represión franquista.
7ª Parte: Legado y culto
Reverenciada por nuevas
generaciones de adolescentes, La Movida se ha quedado, al igual que otros mitos
antiguos como el Rey Arturo o la Roma imperial de Julio César, elevada a
categoría de culto, idealizada por aquellos que no la vivieron como un mundo
lleno de oportunidades quizá perdido para siempre, y que buscan afanosamente
todas y cada una de las canciones que nacieron fruto de un tiempo más inocente,
y también con más posibilidades para crear y componer música. Los deseos de
modernidad fueron reprimidos, como ya citaba en el párrafo anterior, por los
mismos políticos que en su día apoyaron el movimiento aunque solo fuese para,
de cara a la galería, dar una imagen de progresistas y europeos, y así alejarse
de los estigmas provocados por una guerra civil y un régimen que ennegreció el
nombre de España a lo largo de varias décadas. Una vez finalizada La Movida
(más o menos cuando los 80 también se consumían en pos de los más tranquilos
90), y como ocurre con las civilizaciones antiguas, de ella solo nos quedan las
grabaciones, cual si fueran restos arqueológicos, que pueden ofrecernos un
atisbo de un tiempo tan breve como vital, de una época de cambios y de una
corriente social que, a través de canciones (y de muchas otras cosas más),
buscaba darle forma al sentir de un tiempo donde “cambio” y “experimentación”
lo eran todo.
Más importante aún que su
recuerdo, de La Movida nos ha quedado su legado, un legado traducido en una
riqueza apabullante, una riqueza musical, televisiva, estilística y
cinematográfica que se siente en cada canción, cada desfile de moda, cada
película y en cada grupo que, animado por un país en pleno cambio de poder,
deseaban un futuro mejor creado por ellos mismos. Una energía palpable, casi
física, transformada en un poderío que transporta a otra época y a un mundo
que, si bien carecía de las tecnologías modernas, suplía ampliamente esas
carencias con unos férreos deseos de solidaridad, de trabajar juntos y unidos
por un mundo mejor, por compartir y por vivir juntos un instante en el que se
miraba el futuro con esperanza. De ahí que mucha gente, jóvenes y no tan
jóvenes, vuelvan la vista atrás con cierta nostalgia hacia La Movida, no tanto
por recrearse en sus glorificadas canciones como por sentir de nuevo aquellos
deseos de libertad, tan perdida hoy en día. Por eso, y parafraseando a la
inolvidable e irreverente Bruja Avería de La Bola De Cristal: «¡Por Saticón,
Plumbicón y Viricón, que época, que emoción!. ¡Viva el mal, viva el capital!.
¡VIVA LA VIDA, VIVA LA MOVIDA!».
(Nota aclaratoria: Sé que
esto viola todas y cada una de las normas del blog que yo mismo escribí.
Precisamente por eso lo hice, para quebrantarlas, porque las normas están para
saltárselas {sabiendo cuándo y cómo hacerlo, obviamente}. En realidad, hice
este ensayo hace años, mucho antes de soñar con blogs, con críticas y artículos
de cine. De hecho, lo escribí a petit comité. Era algo para mí y una o dos
amistades allegadas como mucho, hecho tan solo como simple necesidad de dar
salida a mis pensamientos, y de hablar sobre una época excepcional pero desde
otro punto de vista, dado mis exhaustivos conocimientos sobre el tema tras años
de estudiarlo y mis precoces recuerdos de vivirlo. También es un tributo y
sentido homenaje a una de las figuras más emblemáticas de La Movida: Ignacio
Gasca, “Poch”, estudiante de medicina que lo dejó todo por la música, y cabeza
pensante tras La Banda sin Futuro y, sobre todo, Derribos Arias {uno de los
buques insignia de La Movida}. En enero hubiese cumplido 60 años de seguir
vivo, una edad más que digna y hasta con opciones a durar bastante más. Pero el
Huntington, una terrible enfermedad degenerativa, se lo llevó demasiado pronto
a los 42 años: fue precisamente el diagnóstico de su enfermedad lo que le hizo
dejarlo todo por la música, para pasar sus días divirtiéndose a lo grande
mientras aún pudiese. De ahí viene el rescatar este texto, en el aniversario
de la muerte de Poch. Porque creo que era injusto que se quedase en las
cenagosas y negras aguas del olvido.)
Nº De Serie: NC/TCM/00186. Escrito Por: The Cineman.
Publicado El: Domingo, 18 de septiembre de 2016.
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