DOS PELÍCULAS Y UN DESTINO
En un 2017 en el que el cine
está plagado de películas de superhéroes donde la acción es trepidante y el
misterio es inexistente, con remakes infumables de novelas para adolescentes
copando la pantalla en un intento por pillar la fama de la saga de Harry Potter
y Crepúsculo e incluso perpetrando secuelas de vergüenza ajena sobre sus
clásicos originales, de pronto una de estas sale de lo convencional para
irrumpir y reivindicar lo artesanal de lo que significa hacer cine. Y qué
irónico resulta que, tal y como le sucediese a Blade Runner [Ridley Scott,
1982], que pasó del fracaso de crítica y público a una fama de obra maestra del
séptimo arte con el paso de un par de décadas, ese parece ser el camino que
seguirá Blade Runner 2049 [Denis Villeneuve, 2017]: urdida pacientemente y con
una lentitud narrativa propia del cine negro combinado con una ciencia ficción
que hace propuestas arriesgadas e incluso fascinantes (la presencia de Joi, el
emanador, el concepto de humanidad y la memoria) tal como Scott lo hiciera, el
muy asegurado fracaso en su recaudación apunta maneras de que las dos películas
compartirán el mismo destino, en tanto que el trabajo de Villeneuve, demasiado
sofisticado para el aborregamiento de un público idiotizado con pelis
prefabricadas, rutinarias y altamente predecibles de principio a fin (sagas
galácticas hundidas por su sometimiento a un estilo de cine adolescente que las
destruye sistemáticamente, y otras de coches y persecuciones con piruetas
dignas de un circo), se alza como un desafío a los sentidos que, rompiendo
precisamente con lo establecido, acaba convertido en algo marginal y apartado
de un dogma general poco amigo de desafíos que hagan preguntas importantes. Y
si Blade Runner necesitó diez años para salir de la marginalidad, ¿cuántos
necesitará su segunda parte para ser entendida en toda su extensión, poniéndola
en el altar que le corresponde?.
Nº De Serie: NC/TCM/00683. Escrito Por: The Cineman.
Publicado El: Sábado, 7 de octubre de 2017.
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