HUNDIENDO TU PROPIO BARCO
Hasta el más grande de los
sabios puede cometer el más torpe de los errores. Y si no, que se lo digan a
James Cameron. Conocido por su megalomanía en producciones como Titanic [1997]
y Avatar [2009], 1989 fue el punto de inicio para dicha fama gracias a Abyss.
Pero las cosas no salieron exactamente de la manera esperada. Concebida como
una película de tres horas, a finales de los 80 semejante duración se
consideraba un gran riesgo (enorme) para que fuese un éxito de taquilla. De
manera que Cameron, intentando asegurar la jugada, optó por eliminar treinta
minutos de metraje y dejarla en dos horas y media, para que fuese más
manejable. ¿El problema?, que el grueso de esos treinta minutos estaban justo
en su clímax final. Y no fue hasta cuatro años después, 1993, cuando salió en
VHS la Edición Especial con la duración íntegra, que la gente no acabó de
entender qué relación había entre un grupo de rescate, un submarino
desaparecido, un comando del ejército que se junta con el equipo de rescate y
unos alienígenas acuáticos que viven en el fondo de una cercana y profunda sima
y que aparecen de repente para complicar las cosas. De ahí que, en 1989, Abyss
fue un éxito flojito o un relativo fracaso (de función de a quién se pregunte),
pero no el taquillazo que se esperaba de ella. Un ejemplo bastante gráfico de
lo que significa supeditar tu propia creación a las normas y estándares de la
época, teniendo que ajustarte a ellos por miedo a, en caso de salirse de esa norma,
caer en el descrédito y en el fracaso rotundo. Dicho en otras palabras, no es
distinto de fabricar un barco pero hacerlo poniendo un agujero en mitad del
casco para que una vez llegue al agua se hunda con rapidez. Una catástrofe de
la que extraer una gran lección creativa para que no se repita: que nunca hay
que amputar el final de una película cuando está revelando todos sus secretos.
No hay que hundir tu propio barco.
Nº De Serie: NC/TCM/00625. Escrito Por: The Cineman.
Publicado El: Martes, 15 de agosto de 2017.
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