Vista En: Cuatro, viernes 27 de enero de 2017.
Título Original: Earth’s Final Hours.
Director: W.D. Hogan.
Guión: Rachelle Howie, David Ray y Robert Ozn. Género: Ciencia Ficción.
Música: Michael Neilson. Fotografía: Anthony C. Metchie.
Decorados: [Desconocido]. Vestuario: Tanya Lipke.
Productora: Third Planet Productions. Presupuesto: [Desconocido].
País: Canadá. Año: 2011. Duración: 84 minutos. Color.
Reparto:
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Personajes:
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Robert Knepper
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John Streich
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Julia Benson
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Chloe Edwards
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Cameron Bright
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Andy Streich
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Julia Maxwell
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Michelle Fulton
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Michael Kopsa
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Lockman
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Roark Critchlow
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Arnett
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Bruce Davison
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Rothman
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Alex Zahara
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Agente Massie
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David Richmond-Peck
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Edward Leary
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Gardiner Millar
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Científico
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Ali Liebert
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Darlene
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Hiro Kanagawa
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Técnico
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(Para ver su ficha completa en IMDb, pinchar aquí)
Argumento: Tras el impacto de un minúsculo meteorito de
neutrones contra la Tierra que la ha atravesado, su rotación y su escudo
electromagnéticos se detienen lentamente. Streich, un agente de la CIA, no solo
descubre un plan del gobierno para salvar solo a la élite, si no que unos
científicos habían dado con una posible salvación total e intenta activarla
antes que sea tarde.
Crítica: Deliciosamente nauseabundo largometraje
apocalíptico amparado a duras penas en una ciencia de saldo y rebajas y en un
reparto encabezado por un Robert Knepper que se deja en el perchero a sus
villanos memorables para enfundarse en la piel de un héroe no memorable, metido
a calzador con una serie de tramas secundarias y al lado de una gente que lo de
“actuar” solo es un concepto (Cameron Bright, el niño prodigio en cintas como
Reencarnación [Jonathan Glazer, 2004], probando que ya ni es niño ni tampoco un
prodigio; Arnett y Lockman, los eternos burócratas chupatintas que prefieren
seguir su propia agenda de salvación mundial clasista y facinerosa que no la
altruista y desinteresada, unidimensionales al extremo; Bruce Davison,
consciente de la “categoría” que tiene el rodaje en donde se ha metido y
dejándose llevar por el cheque y lo estereotipado de su papel). Divertido en
sus efectos especiales más por sus implicaciones que por ellos en si mismos y
con un guión que pasa el metraje lanzando unas flatulencias narrativas
pestilentes como charca de cerdos, la película no es catastrofista, si no que
ella misma es una catástrofe completa a 24 fotogramas por segundo, metiendo
secuencias imposibles con algún aderezo de pseudoconspiración de medio pelo
(las lenguas de fuego que aparecen debido al desmorone del escudo, apareciendo
justas y precisas para ¡oh, casualidad! dar buena cuenta de los malos; el tema
del agujero blanco, una teoría científica no demostrada pero que viene al pelo
a modo de burda explicación para el origen de la catástrofe; el programa
Resonator, copiado a su modo de El Núcleo [Jon Amiel, 2003] para dar fe de esa
obsesión onanista que tiene el gobierno USA por los proyectos de alto secreto).
Un trabajo con inexistente capacidad de sorpresa, todavía menor en
credibilidad, perfecto a modo de circo de verbena de barrio, lamentable en su
patetismo.
La Puntilla: Un solo meteorito de neutrones dejaría la
Tierra como un queso de gruyere. El escudo electromagnético sería lo de menos.
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