Vista En: TCM, martes 5 de septiembre de 2017.
Título Original: The Driver.
Director: Walter Hill.
Guión: Walter Hill. Género: Intriga.
Música: Michael Small. Fotografía: Philip Lathrop.
Decorados: Darrell Silvera. Vestuario: Jack Bear, Robert Cornwall y Jennifer L.
Parsons.
Productoras: EMI Films y Twentieth Century Fox Film
Corporation.
Presupuesto: ±4.000.000 $.
País: USA. Año: 1978. Duración: 91 minutos. Color.
Reparto:
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Personajes:
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Ryan O’Neal
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El Conductor
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Bruce Dern
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El Detective
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Isabelle Adjani
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La Tahúr
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Ronee Blakley
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La Conexión
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Matt Clark
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Policía trajeado de lino rojo
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Felice Orlandi
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Policía trajeado de lino dorado
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Joseph Walsh
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Ladrón de gafas
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Rudy Ramos
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Ladrón latino
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Will Walker
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Conductor rubio
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Denny Macko
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Hombre del intercambio
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Frank Bruno
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Conductor latino
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Tara King
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Rizosa
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(Para ver su ficha completa en IMDb, pinchar aquí)
Argumento: El Conductor es un especialista cuyo trabajo
es tan único como también peligroso: es contratado por bandas de ladrones para
llevar su coche durante sus atracos y esquivar a la policía. Su fama y su
reputación de que no ha sido jamás detenido despierta las iras de un detective de
la policía, que le monta una elaborada trampa con el único objetivo de
atraparle.
Crítica: Segunda película de Walter Hill tras El
Luchador [1975], cuya puesta en escena y ambientación la sumerge sin más en el
fascinante mundo del cine negro de los años 40 y 50 pero actualizado,
atmosférica en la planificación de sus escenas como en lo etéreo de su
desconocidos personajes, que prescinden de nombres propios y a veces casi de
diálogos, compensando con una serie de espectaculares persecuciones que salvan
por enteros la película (La Tahúr, o una Adjani de 22 años elegante y
enigmática, una femme fatale cuya belleza cautiva y magnetiza solo de verla; El
Detective, un Bruce Dern desatado cuya vena histriónica le va que ni pintada
para un agente dispuesto a jugar en los límites de la ley para coger a su
hombre: las puyas a sus compañeros son de traca; el prólogo, una declaración de
intenciones con un inmenso y silencioso Ryan O’Neal). Intensa en la fotografía
como en el encuadre de los personajes, sin olvidar la partitura de Michael
Small, el film no es tanto la repetición del clásico juego de polis y ladrones
vista hasta la saciedad como una elaborada maraña de traiciones e intrigas
donde la ambigüedad se convierte en reina de la función (El Conductor, un ser
serio y taciturno que solamente se dedica a lo único que sabe hacer: O’Neal
pasa del humor estilo ¿Qué me Pasa, Doctor? [Peter Bogdanovich, 1972] para
hacer un fascinante antihéroe: su expeditiva forma de lidiar con el ladrón
latino es perfecta; la banda en si, un grupito de delincuentes mal avenido
metidos a un trabajo que les viene grande: Walsh, Ramos y Walker están de
fábula como perdedores; el colorido de la película, un universo de tonos
apagados que forman una sugerente sinfonía cromática: ¿se vería igual de logrado
de pasarse al blanco y negro tipo El Halcón Maltés [John Huston, 1941]?). Un
trabajo anticlimático en su final, pero cuya fuerza es tan potente como las
persecuciones recorriendo medio Los Ángeles.
La Puntilla: Si O’Neal fuese Detective y Dern fuese
Conductor no habría sido igual. Eran la opción más fácil. Por eso funciona
mejor al revés.
Mi
Valoración
★★★★★
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