MIGUEL FERRER, Y EL GRAN C
Miembro de una de las familias
de cine más importantes desde la época del gran Jose Ferrer, y primo de otra
megaestrella como George Clooney, Miguel era uno de esos actores hechos para
marcar terreno y hacerlo a su manera. Con inicios como en Star Trek III: En
Busca de Spock [Leonard Nimoy, 1984] y saltando a la fama cuatro años después a
partir de su repelente Bob Morton en Robocop [Paul Verhoeven, 1987] (artífice
de que el pobre de Alex Murphy se convirtiese en un policía cibernético), la
carrera de Miguel estuvo siempre marcada más como secundario de lujo que como
protagonista al uso, con la salvedad de que, desde esa posición, no tardó mucho
en ganar en carisma y en una capacidad innata para ser uno de esos actores que
fácilmente llaman la atención. Capaz de navegar entre dos mundos, su paso a la
televisión fue exactamente lo mismo que su llegada al cine: una fulgurante
carrera siendo secundario de lujo y co-protagonista en series como Crossing
Jordan [1997] y NCIS: Los Angeles [2005], donde destacó de nuevo en la piel de
un estoico y circunspecto agente, Owen Granger. Dueño de una intensidad y
hermetismos con los que fácilmente podían encarnar a un buen tipo como a un
desalmado sin escrúpulos, aquellos que le conocieron de cerca pueden presumir
de saber que tras esa máscara latía un tipo divertido y cercano al que
irónicamente los papeles de malo se le daban de miedo. Luchando en sus últimos
años contra ese gran C (en su caso, de garganta), éste le ganó la batalla y el
arrebató un tanto prematuramente al mundo a uno de esos escasos actores con esa
rara licencia que, mientras estuviese, al público le daba igual que papel
hiciese. Y desde aquel lejano 1981, sus treinta y seis años entre cine y
televisión son los que hacen de Miguel Ferrer una pequeña cátedra de actuación.
Una que ya ha trascendido al otro lado. Porque sí marcó terreno. Y lo hizo a su
manera.
Nº De Serie: NC/TCM/00395. Escrito Por: The Cineman.
Publicado El: Viernes, 20 de enero de 2017.
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