LA INUTILIDAD DEL MATRIMONIO
Es uno de los axiomas más
comúnmente aceptados, dentro y fuera del cine: “Todas las grandes historias de
amor acaban en boda”. Pero lo que nadie se ha preguntado es: ¿a quién beneficia
que todas las grandes historias de amor acaben en boda?. Al cura que los casa,
obviamente. Porque si no fuese así, el sacerdote se quedaría sin trabajo. Más
allá de eso, películas como Animales Nocturnos [Tom Ford, 2016] o Blue Jasmine
[Woody Allen, 2013], entre otras, ponen de manifiesto el mayor fracaso del
matrimonio: la incapacidad del ser humano de ser monógamo, una doctrina impuesta
a fuego por las religiones a lo largo de los siglos, pero que nunca ha sido
capaz de reprimir el instinto de manada inherente al ser humano sobre tener
múltiples opciones de sexo. Y es que nunca se ha estipulado en ninguna hombre
que hombres y mujeres deban tener una sola pareja para toda la vida en una
rutinaria monogamia, si no que nace como férrea regla autoimpuesta, en que si
bien hay quienes son capaces de cumplirla sin problemas, otros son incapaces de
tal cosa, por lo que pasan sus días, como dicen algunos, de “flor en flor”. Una
moral libertina (o no tan libertina) que las comedias y dramas románticos han
revisado desde todos los ángulos posibles (y con toda clase de finales
posibles). Pero todas ellas tienen un error de base: confundir amor con
matrimonio como quien confunde sexo con hacer el amor. Una confusión de ideas
que empañan al propio amor y su razón de ser, en que tanto religiosidades como
politiqueos le han puesto mil y una trabas para que se ajuste a lo que ellos
necesitan que sea como método de control de masas. De ahí que en esa confusión,
el cine siga reflejando que esas historias de amor y pasión acaban en boda. Y
ahí radica precisamente el gran error: las grandes historias de amor no
deberían acabar en boda. Porque sencillamente las grandes historias de amor
nunca deberían acabar.
Nº De Serie: NC/TCM/00382. Escrito Por: The Cineman.
Publicado El: Sábado, 7 de enero de 2017.
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