Vista En: Cines Odeón (Corvera), domingo 8 de enero de
2017.
Título Original: Silence.
Director: Martin Scorsese.
Guión: Martin Scorsese y Jay Cocks, basado en la
novela homónima de Shûsaku Endô, publicada en 1966. Género: Drama.
Música: Kathryn y Kim Allen Kluge. Fotografía: Rodrigo Prieto.
Decorados: Francesca Lo Schiavo. Vestuario: Dante Ferretti.
Productoras: Cappa Defina Productions, Emmett/Furla/Oasis
Films, Fábrica de Cine, SharpSword Films, Sikelia Productions, Verdi
Productions y Waypoint Entertainment. Presupuesto: ±50.000.000 $.
Países: USA, México y Taiwán. Año: 2016. Duración: 161 minutos. Color.
Reparto:
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Personajes:
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Andrew Garfield
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Padre Sebastião Rodrigues
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Adam Driver
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Padre Francisco Garupe
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Liam Neeson
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Padre Cristóvão Ferreira
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Tadanobu Asano
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Intérprete
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Ciarán Hinds
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Padre Valignano
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Issei Ogata
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Viejo Samurai/Inoue-Sama
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Shin’ya Tsukamoto
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Mokichi
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Yoshi Oida
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Ichizo
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Yôsuke Kubozuka
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Kichijiro
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Kaoru Endô
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Uneme, samurai Unzen
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Panta
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Yohei, aldeado de Tomogi #1
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Takuya Matsunaga
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Toukichi, aldeado de Tomogi #2
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(Para ver su ficha completa en IMDb, pinchar aquí)
Argumento: En 1640, dos jesuitas portugueses viajan a
Japón para encontrar al Padre Ferreira, al saber que todos los jesuitas han
sido ejecutados y que supuestamente Ferreira a apostatado del cristianismo.
Pero al llegar a Japón se encuentran un mundo distinto del que esperaban, en
que la autoridad ha prohibido el cristianismo y persigue y ejecuta a los
japoneses conversos.
Crítica: Después de tres años de pausa tras El Lobo de
Wall Street [2013], el director de títulos legendarios como Toro Salvaje [1980]
vuelve a demostrar su virtuosismo cinematográfico para, en clave de ficción,
narrar el intento de evangelizar en el Japón de la era Edo, con un inicio que
anticipa por donde irán los tiros y una pareja atípica como Garfield y Driver,
que se convierten exclusivamente en los protagonistas de una odisea de fe y
sufrimiento llevado a potencia infinita (la inquisición japonesa, ordenando a
los pueblerinos pisar los fumie, unas placas con retratos de la Virgen o de
Jesús, solo para probar su fe budista; la visita de Rodrigues al pueblo de
Goto: la primera dramática y la segunda aún más dramática; el vestuario y su
puesta en escena, una muy loable revisión del Japón más empobrecido). A veces
brutal, a veces fatídica, el film se sirve con lentitud de caracol reumático
para centrar la historia en una lucha, interna y externa a su vez, de dos
mundos con dos puntos de vista irreconciliables acerca de la fe que profesar,
tan distintos entre si como una ballena de un tigre de Bengala (Ferreira y
Rodrigues, y su tensa charla sobre el credo del Japón: tal vez lo mejor de la
película; el espanto de Rodrigues al ver lo ocurrido con un preso al que dejan
de hacerle exigencias, mostrado sin tapujos ni reservas; la progresiva locura
de Rodrigues, tironeado por el propio silencio interior de ver que Dios no le
habla). Coronada con una imagen final que parece una gigantesca licencia
artística a mayor gloria del cristianismo, y meritoria en el trabajo de sus
actores (Neeson: demasiado bueno, demasiado breve), Silencio es un trabajo al
que le sobra épica y personajes interesantes (Kichijiro, sin más), y una aproximación
más que soberbia sobre unos hechos históricos algo olvidados por el paso del
tiempo. Un entretenimiento largo en duración como grande en ambiciones.
Sobresaliente en las dos materias.
La Puntilla: Para que el mundo tuviera una sola fe, habría
que olvidarse de todas las demás. Y lo que de ellas se puede aprender.
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