SEGÚN ERES, ASÍ VISTES
En cierto momento, Arthur Conan
Doyle escribió en los relatos sobre Sherlock Holmes la siguiente frase: «El
mejor lugar en donde esconder algo es un lugar bien visible». Y ese
precisamente es uno de los trucos más vistosos y a la vez más disimulados del cine,
el uso del vestuario para matizar la personalidad de cada personaje. Aunque en
las películas ambientadas en el siglo XIX y de allí hacia atrás se hace algo
más difícil (aunque no imposible) de conseguir, los expertos de vestuario son
los encargados de meter a los actores en la piel de sus personajes, cosa que
hacen con lograda efectividad a base de pantalones, chaquetas, camisas y gafas.
Si toca hacer de un tímido apocado, chaqueta de entretiempo color beige, gafas
y corbata. Si la chica es de mente libertina, le irán perfectamente las faldas
y/o pantalones cortos mostrando cuerpo, con camisas y tops muy ajustados. Si es
el clásico triunfador ejecutivo, trajes de lo más caros y ropa de andar por
casa que valen el sueldo de varios meses de un trabajador corriente. Y si es
una chica empollona, gafas de pasta, vestido largo tapada como monja y quizás
un aparato dental. Obviamente, todo ello es sexualmente intercambiable de
hombres a mujeres, haciendo que a golpe de vista, en tan solo un par de
segundos, cada espectadora sepa identificar el tipo de personaje que se está
viendo en la pantalla. Y ni siquiera el cine de ciencia ficción y/o futurista,
se libra, en que el vestuario también se amolda para simbolizar un rol muy
determinado: profesor, alumno, bandido, héroe, villano y mano derecha del
villano, no existe prototipo ni estereotipo al que el vestuario no sepa darle
la ropa adecuada. Esa es una su principal tarea, su misión más importante. Más
allá de lucirse y estar majestuoso y/o ruinoso si la situación lo requiere, el
vestuario no tiene otra misión que, sin palabras, decir al público a quién
están viendo. Incluso más allá del siglo XIX.
Nº De Serie: NC/TCM/00290. Escrito Por: The Cineman.
Publicado El: Martes, 2 de noviembre de 2016.
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