SOLEDAD CINÉFILA
Suele ocurrir que, si uno sabe
escoger sus batallas, acaba ganándolas todas si la planificación ha sido lo
bastante buena. Y en el cine, si no sabe escoger el día y la hora (y sobretodo
la película), se encuentre ante la situación de que una película esté a tu
entera disposición, con la sala vacía, excepto tú. Una experiencia que, a pesar
de lo insignificante que parece, puede ser de lo más transformadora por sus
implicaciones. Porque de algún modo, el espacio y el tiempo se han confabulado
y plegado de tal manera para que, en ese día y en esa hora concreta, seas el
único espectador/a. Obviamente en los siguientes pases habrá más gente que la
vea y la comente, y en los siguientes días más de lo mismo, pero esos horarios
no son el tuyo, y esos días no son el tuyo. Es TU día, es TU hora y es TU
película, y es toda ella para ti, lector/a. Evocando al Rutger Hauer de Blade
Runner [Ridley Scott, 1982], que decía «es toda una experiencia vivir con
miedo», se puede retocar su frase y decir que “es toda una experiencia estar
solo en el cine”. Lo es porque el millón de cosas y de asuntos de los que
puedas ocuparte y que te importan y/o preocupen pasan a un segundo plano. Pero
más aún cuando no tienes a nadie más para compartir la película. Nadie que te
moleste, ni te incordie, ni esté con el móvil dando (con perdón) el coñazo. Ver
una película solo en el cine es una experiencia de pureza y de humildad, en
tanto uno se encuentra solo ante una sala enorme sin nadie más para
compartirla. Son de esos instantes para atesorar, aunque parezcan poca cosa,
porque las ocasiones en que dicha situación se produce a lo largo de un año son
más bien escasas. Y, precisamente por eso, valiosas. A tal punto de que no hay
dinero que lo pague, ni nada con que negociarlo. Doy fe de ello, pues decenas
de veces he vivido eso. Y cada vez que me ha pasado ha sido un desafío
emocional entre la película y yo. Y lo disfruté en todas.
Nº De Serie: NC/TCM/00241. Escrito Por: The Cineman.
Publicado El: Lunes, 17 de octubre de 2016.
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