Vista En: Cines Cinebox (Corvera), sábado 4 de marzo de
2009.
Título Original: Underworld: Rise of the Lycans.
Director: Patrick Tatopoulos.
Guión: Danny McBride, Dirk Blackman y Howard McCain,
basado en una historia original de Len Wiseman, Robert Orr y Danny McBride. Género: Fantástico.
Música: Paul Haslinger. Fotografía: Ross Emery.
Decorados: Kasia Pol. Vestuario: Jane Holland.
Productoras: Sketch Films, Lakeshore Entertainment, Screen
Gems y W3 Film Productions. Presupuesto: ±35.000.000 $.
Países: USA y Nueva Zelanda. Año: 2009. Duración: 92 minutos. Color.
Reparto:
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Personajes:
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Rhona Mitra
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Sonja
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Bill Nighy
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Viktor
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Michael Sheen
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Lucian
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Steven Mackintosh
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Tanis
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Kevin Grevioux
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Raze
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David Aston
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Coloman
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Elizabeth Hawthorne
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Orsova
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Tania Nolan
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Luka
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Timothy Raby
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Janosh
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Craig Parker
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Sabas
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Jared Turner
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Xristo
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Larry Rew
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Kosta
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(Para ver su ficha completa en IMDb, pinchar aquí)
Argumento: En el siglo XIII d.C. Viktor, líder de los
vampiros mientras Marcus y Amelia están en letargo, intenta controlar a su
rebelde hija Sonja, la cual tiene un furtivo y secreto romance con Lucian, el
primero de los licántropos capaz de controlar su transformación. Éste, harto
del trato de los vampiros a su especie, decide instigar una rebelión para
obtener la libertad.
Crítica: Patrick Tatopoulos, diseñador de efectos
especiales en cintas como Stargate [Roland Emmerich, 1994] y Pitch Black [David
Twohy, 2000], salta a la dirección con una tercera parte que en realidad es una
precuela la cual va, punto por punto, narrando en imágenes lo que previamente
ya se había ducho en la primera Underworld [Len Wiseman, 2003], y estableciendo
las debidas conexiones tanto con la primera como con la segunda parte (Sonja y
Lucian, una revisión en clave sobrenatural de Romeo y Julieta, demostrando que
la sombra de Shakespeare es alargada al paso de los siglos; el origen de Lucian
y su posterior desarrollo, otra revisión, en este caso de Moisés, al que vuelve
a darle vida el siempre espléndido Michael Sheen; Bill Nighy, otro regreso de
esos que elevan el nivel con su sola presencia: su forma de interrogar a Sonja
para sonsacarle la verdad o su careo con los nobles de los humanos validan su
potencial). Con la fotografía y la banda sonora sirviendo a sus propósitos de
narrar una trama en donde la oscuridad es otro personaje más, Underworld: La
Rebelión de los Licántropos parte con la desventaja de ser una historia de la
que ya se conoce como termina, pero con la virtud de que eso no le supone un
impedimento como espectáculo palomitero que funciona a la manera de enorme
prólogo que aclara el origen de una rivalidad eterna (el modo de vida de los
vampiros, habitando profundas cuevas bien ornadas, sumidos en unas tinieblas
perpetuas; la pelea entre Sonja y Viktor, que culmina abruptamente por una
novedad anunciada por ella; Tanis, un conspirador de manual con su propia
agenda para conseguir más poder). Añadiendo el cameo de Beckinsale para hacer
la definitiva unión de puntos, Tatopoulos realiza una película a la que es
difícil encontrarle graves defectos que ensucian su calidad. Bueno, sí, uno
solo: para ser la Edad Media, lucen unos dientes demasiado blancos.
La Puntilla: Esclaviza cualquier raza el suficiente
tiempo, y antes de que te des cuenta verás como se alzan contra ti. Siempre.
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