Vista En: Cines Los Prados (Oviedo), sábado 7 de
noviembre de 2015.
Título Original: An [N. del T.: Sweet Red Bean Paste].
Director: Naomi Kawase.
Guión: Naomi Kawase, basado en la novela An, de
Durian Sukegawa, publicada en 2013. Género: Drama.
Música: David Hadjadj. Fotografía: Shigeki Akiyama.
Decorados: [Desconocido]. Vestuario: Miwako Kobayashi.
Productoras: Nagoya Broadcasting Network, Kumie, Mam,
Twenty Twenty Vision Filmproduktion GmbH y Comme des Cinémas.
Presupuesto: ±234.000.000 ¥ (±1.900.000 $).
Países: Japón, Francia y Alemania. Año: 2015. Duración: 113 minutos. Color.
Reparto:
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Personajes:
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Masatoshi Nagase
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Sentaro
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Kirin Kiki
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Tokue
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Kyara Uchida
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Wakana
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Miyoko Asada
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Propietaria
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Etsuko Ichihara
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Yoshiko
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Taiga
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Yohei
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(Para ver su ficha completa en IMDb, pinchar aquí)
Argumento: Sentaro, el cocinero de un puesto de
dorayakis, un típico dulce japonés, contrata de mala gana a Tokue, una anciana
cuya forma de preparar el anko, las judías con la que se adereza el bizcocho,
hace surgir el negocio. Pero cuando se descubre ser una leprosa, Sentaro se ve
obligado a despedirla, lo que le afecta tanto a él como a una joven clienta,
Wakana.
Crítica: Conmovedor drama acerca de uno de los
episodios más desconocidos y escabrosos de la historia de Japón de manos de la
directora de El Bosque de Luto [2007] y Aguas Tranquilas [2014], así como
diversos documentales, con una puesta en escena mínima en su reparto de actores
como en sus decorados para hacer de ello una historia pequeña e íntima en
origen, que sabe captar la atención paso a paso (las primeras apariciones de
Tokue por el puesto de los dorayakis, dando muestras de una personalidad muy
peculiar; Sentaro y la propia Tokue, en su primera día preparando juntos los
dorayakis, una receta cinematográfica a lo Carlos Arguiñano que permite ver el
espíritu meticuloso y amante de los detalles de la cultura japonesa; el encantador
personaje de Wakana, al que da vida la nieta en la vida real de quien
interpreta a Tokue). Echándose a faltar de un reparto más numeroso así como una
cierta agilidad narrativa, ya que el film es lento con avaricia, Kawase realiza
una cinta que enlaza el presente y pasado de un país de una manera preciosa,
pese a algún personaje repelente, llevando dicho proyecto a su terreno sin
perder nunca la perspectiva (la propietaria del puesto de dorayakis, una mujer
materialista e insufrible en sus mangoneos; Sentaro, descubriendo asombrado la
cantidad de clientela que de pronto tiene en su tienda; éste y Wakana,
visitando el barrio de los leprosos de Tokio, descubriendo el verdadero pasado
de Tokue: ¿cómo narices tamaña discriminación como la que se ve en la película
puede ocurrir sin que nadie proteste por ello?). Una Pastelería en Tokio posee,
gracias a la pericia de Kawase, una fuerza y una emoción propias de las grandes
historias que, concluyendo del mejor modo que podía hacerlo, remata y con nota
una película de espléndida y urbana fotografía, y una banda sonora en perfecta
sintonía con el resto de sus partes: Tan suculenta como el mismo dorayaki.
La Puntilla: Una receta de cocina. A veces es todo lo que
hace falta para dar un cambio a tu vida.
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