Vista En: Youtube, lunes 17 de abril de 2017.
Título Original: Órbitas.
Director: Jaime Maestro.
Guión: Joan Alamar. Género: Animación.
Música: Juan Andrés Gt. Dirección Artística: [Desconocido].
Productoras: PrimerFrame Escuela de Animación.
Presupuesto: [Desconocido].
País: España. Año: 2013. Duración: 8 minutos. Color.
Voces Originales:
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Personajes:
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[Inexistente]
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(Para ver su ficha completa en IMDb, pinchar aquí)
Argumento: Entorno a un planeta metido en una guerra
orbitan dos satélites de cada uno de los bandos, cada uno tripulado por un solo
astronauta, dos chicas de razas distintas. Ambas desean estar juntas pero
debido a las órbitas de las naves solo pueden verse de cerca sin llegar a
tocarse. Hasta que, de forma accidental, una de ellas aprieta el botón rojo y
activa un misil.
Crítica: Autor de otros cortos como El Vendedor de
Humo [2012] o El Ladrón de Caras [2013], Jaime Maestro crea una historia a
medias entre el romance y la ciencia ficción, trasladando su acción principal
hasta un planeta que en el fondo no parece tan distinto de la Tierra, y con un
giro de guión que hace de la trama algo que la acerca, salvando mucho las
distancias, a Rosas Rojas [Ol Parker, 2005] (el primer intento de ambas
astronautas de encontrarse, solo para ser frenadas por una mínima cuestión de
distancia, como evidenciando el alejamiento de ambas posturas tal que ocurre en
el propio planeta; una de las chicas, un alienígena humanoide que parece algo andrógino
a lo primero, prestándose algo a confusión, pero que es una chica como la otra:
ejemplo de que el amor no sabe ni de géneros ni de especies; el idioma de
vodevil de los jefes de ambos líderes, farfullando sin parar pero entendiéndose
de sobra en sus fanatismos y belicismos). Correcto en los efectos especiales y
personajes así como en la mezcla de animación por ordenador con una más
tradicional en 2D, Órbitas es un cortometraje al que no le falta encanto ni
peligros, así como una sutil y subyacente lectura sobre amar en tiempos en
guerra, que se alza en su acabado y ejecución como un trabajo sencillo y
eficiente, no tan espectacular como podría haber sido pero sí lo bastante bien
hecho para ser entrañable (la piloto humana, ensimismada mirando una pantalla,
pulsando el botón que nunca debería pulsar; el diseño de las naves como de los
colores de los trajes, matizando diferencias todo lo que puede para dar a
entender que en teoría, pertenecen a bandos enfrentados; el clímax final,
aderezado por fuegos artificiales y un rescate in extremis que parece destinado
a acabar mal). Una propuesta fugaz que en sus menos de diez minutos aporta algo
de diversión, y un mensaje de que el amor no sabe de bandos ni guerras.
La Puntilla: Aprender a valorar más las semejanzas y menos
las diferencias. Y las guerras se verían como el sinsentido que son.
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