ANTON YELCHIN Y EL REGRESO DE SATURNO
Dícese en astrología que Saturno
es como un cobrador cósmico, que vuelve a los 27 años al mismo lugar donde
estaba cuando naciste para pedirte cuentas de tu vida hasta ese momento, lo que
crearía la leyenda del “Club de los 27” que trágicamente se habría llevado por
delante a gente como Jim Morrison, Jimi Hendrix, Kurt Cobain y Amy Winehouse,
entre otros. Esta vez, Saturno ha elegido no a un cantante si no a un chico
que, desde Corazones en Atlántida [Boaz Yakin, 2001] siendo apenas un niño
pequeño hasta Star Trek: Más Allá [Justin Lin, 2016], se había convertido en un
actor ecléctico e interesante al que cualquier proyecto, por raro que fuese, le
iba como anillo al dedo. Ya se tratase de esa cantera de una generación de
actores que fue Alpha Dog [Nick Cassavetes, 2006] o extravagancias como Odd
Thomas, Cazador de Fantasmas [Stephen Sommers, 2013], Anton Yelchin afianzó una
carrera que parecía tan fulgurante como los vuelos interespaciales de la nave
Enterprise, en donde se las veía como revisión juvenil del Walter Koenig
original. Una estrella que, en vez de conseguir una larga trayectoria vital, se
ha apagado prematuramente y por sorpresa, dejando tras de si el dolor unido a
la pérdida de alguien a quien la vida debería depararle mucho más. En vez de
eso, el regreso de Saturno se ha cobrado una nueva víctima, privando al mundo
de sus mejores años, de su madurez y posterior vejez, y de todas las películas
que en esos 50 ó 60 años siguientes él hubiera podido hacer. Una pérdida que, a
buen seguro, sacudirá tanto el universo trekkie como el resto de Hollywood, y
que pone de relieve una vez más la fragilidad de la vida humana. Ya nunca se
verá a un Yelchin de 40 ó 50 años en papeles adultos que le redescubriesen como
actor, y que le hicieran merecedor del Óscar. Ya nunca envejecerá, pero ahí
está la suprema ironía: Anton Yelchin ha muerto. Y, sin embargo, ahora es
inmortal.
Nº De Serie: NC/TCM/00075. Escrito Por: The Cineman.
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