DOLOR EN EL CORAZÓN
¿Cómo expresar con palabras lo
que desgarra por dentro de tal modo que es imposible de procesar?. ¿Cómo poner
voz a lo que no la tiene?. ¿Cómo, con un solo gesto o una mirada, decir tanto
sin decir una frase?. Pocos actores tienen en su haber esa capacidad para, con
su presencia, marcar a un personaje de tal modo que se quede en la memoria
colectiva para siempre. Y Alan Rickman tenía esa capacidad. Logró un debut en
cine como pocos pueden aspirar con ese maravilloso y pérfido Hans Gruber, y la
inmortalidad cinematográfica con el extraordinario, complejo y torturado
Severus Snape, un personaje villano y tiránico, pero al que paulatinamente era
imposible no querer: su angustia, su dolor, oculto al público pero latente,
aunaron odios y afectos por igual. No es posible concebir la saga Harry Potter
sin Alan Rickman, ni puede separarse a Snape de su sonrisa aviesa y su porte
tétrico. Su dolor se hizo el nuestro, nos conquistó a pesar de saber que no era
uno de los héroes. Porque en el mundo del cine hay dos clases de villanos: el
que nace para ser odiado, y el que nace para ser amado. Nadie puede amar a
Voldemort, del mismo modo que nadie puede odiar a Snape. Tal vez no ganase el
primer premio en un concurso de popularidad, pero desde luego él no era de los
que buscasen la aprobación de la gente. Actor y personaje se fundieron como
solo la genialidad puede lograr tal cosa. Una genialidad que no ocurre todos
los días. Un instante de magia que perdura en el éter aún mucho después de que
el instante se desvanezca. Snape sufrió por Lily Potter y por ello le amamos.
Yo sufro por Alan Rickman y por ello le quiero. Hoy su dolor es el mío. Hoy
Alan Rickman ha muerto. Hoy se me ha partido el corazón. No puedo dejar de
llorarle, porqué soy incapaz de dejar de quererle. Solo puedo desear que la
magia que tanto nos dio, le lleve ahora a un mundo mejor. Gracias por la
emoción. Gracias por existir.
Nº De Serie: NC/TCM/00007. Escrito Por: The Cineman.
Publicado El: Viernes, 15 de enero de 2016.
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Alan Rickman
(★21 de febrero de 1946; †14 de
enero de 2016)
Porque pocas veces hacer de malo fue algo tan
bueno
(Nota adicional, lunes 15 de febrero de 2016:
no había vuelto a revisar lo que había escrito aquí desde su publicación y no
sé porqué me dio por ello, pero ha sido para bien. Leyendo ahora, me doy cuenta
que mis primeras palabras necesitan no una corrección, si no una explicación.
Tengo con este blog y con vosotr@s lectores un contrato vinculante de
sinceridad absoluta, y por ello ya aseguro que no hay un ápice de mentira en mi
dedicatoria previa, pero sí que ha faltado algo. El problema es que entonces yo
no lo sabía, lo sé ahora, con la perspectiva que da la distancia y el tiempo.
Hacía dos días había fallecido David Bowie (uno de mis iconos de toda la vida),
al que rendí un homenaje en otro artículo, cuando me enteré de la partida de
Alan Rickman. Sumando esto y añadiendo el tercer y más importante factor, y es
que en esos instantes me encontraba en una situación personal difícil (por no
decir con los nervios muy a flor de piel), el resultado es que, en su infinita
sabiduría, la mente humana (la mía, en este caso), aprovechó ese momento para
dejar salir lo que estaba ahogándome por dentro, y aliviar la gran carga
emocional que me desgarraba por dentro. Eso no invalida lo anterior, no he
mentido acerca de lo que sentía por Rickman ni de mis lágrimas por él. Eran
sinceras, pero incompletas. Pero como dije, entonces eso no lo sabía. Ahora sí
lo sé. Ahora sí lo veo con total claridad: lloré por él, y también lo hice por
mí. Por ambos. Me apené por él porque sentí que ese hombre aún podía haber dado
mucho más, y que no era que se fuese de ese modo. Y me apené por mí porque, al
igual que el resto de personas, tengo mis momentos de bajón y cosas en mi vida
que arreglar, que pueden hacer daño. Y esas cosas, y la perdida añadida de esos
dos talentos, me sobrepasaron. A fin de cuentas, solo soy humano. Y como humano
tengo sentimientos. Y a veces los sentimientos pueden con todo.)
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