Vista En: TCM, lunes 20 de febrero de 2017.
Título Original: To Kill a Mockingbird.
Director: Robert Mulligan.
Guión: Horton Foote, basado en la novela homónima de
Harper Lee, publicada en 1960. Género: Drama.
Música: Elmer Bersntein. Fotografía: Russell Harlan.
Decorados: Oliver Emert. Vestuario: Rosemary Odell.
Productoras: Universal International Pictures,
Pakula-Mulligan y Brentwood Productions. Presupuesto: ±2.000.000 $.
País: USA. Año: 1962. Duración: 129 minutos. B/N.
Reparto:
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Personajes:
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Gregory
Peck
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Atticus Finch
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Mary
Badham
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Jean Louise ‘Scout’ Finch
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Phillip
Alford
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Jeremy ‘Jem’ Finch
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John Megna
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Dill Harris
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Frank
Overton
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Sheriff Heck Tate
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Rosemary
Murphy
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Maudie Atkinson
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Estelle
Evans
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Calpurnia
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Brock
Peters
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Tom Robinson
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Paul Fix
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Juez Taylor
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Collin
Wilcox
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Mayella Violet Ewell
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James
Anderson
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Bob Ewell
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Robert
Duvall
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Boo Radley
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(Para ver su ficha completa en IMDb, pinchar aquí)
Argumento: En el pequeño pueblecito de Maycomb, Alabama,
sus habitantes se sobresaltan cuando una de sus vecinas, Mayella Ewell, acusa a
un hombre de color, Tom Robinson, de haberla violado. Esto no solo desata los
odios del racismo en sus habitantes, si no que Atticus Finch, el abogado
encargado del caso, intenta inculcar valores morales a sus dos hijos pequeños.
Crítica: Extraordinaria adaptación de la novela de Lee
de manos del autor de Perdidos en la Gran Ciudad [1960] y Cuando Llegue
Septiembre [1961], cuya principal fuerza escénica es un Gregory Peck
carismático y arrebatador 100%, sosteniendo él solo el peso de una producción
que recrea con un elegantísimo blanco y negro los odios y las visceralidades de
un pueblo sumido no solo en la pobreza, si no también en algunos de los peores
instintos de la humanidad (Bob Ewell, un violento alcoholizado al que le
dominan el odio y el racismo; sus ideas y venidas con Atticus Finch son un
duelo en bandeja de plata de la razón contra la barbarie; el propio Finch,
quintaesencia de bondad y de buen juicio, cuya relación con sus dos hijos es
conmovedora: su explicación sobre el título de la película o el juicio son de
una maestría fílmica total; Maycomb, en realidad Monroeville, Alabama, el
típico pueblo donde todos se conocen y las puertas nunca se cierran: un
escenario bucólico con más de un peligros). Partiendo en dos su trama principal
de manera más que lograda, la cinta es una demoledora y despiadada lección
sobre la moral, la ley y la justicia, con un par de imágenes dignas de pasar a
la memoria colectiva (la sala del juicio, con los blancos sentados abajo y los
negros arriba, sutil forma de representar la división latente en Maycomb; el
propio proceso judicial, fascinante en sus detalles y en la forma en la que
Finch desgrana los hechos, aún sabiendo que de poco servirá: sin ir más lejos,
el interrogatorio a Mayella; Scout y Jem, dos niños a los que les toca aprender
lo duro del mundo en un entorno opresivo: tanto Mary Badham como Philip Alford
están impecables). Un largometraje al que es imposible ponerle taras ni
defectos, que hacen de Matar a un Ruiseñor un trabajo que justifica la
existencia del cine, brillante hasta lo indecible en su aleccionador guión. De
esas historias que difícilmente se olvidan.
La Puntilla: Es imposible hacer justicia cuando son los
prejuicios y el odio los que dictan las leyes.
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