ESE INSOLENTE CABEZUDO
Dos patas y un pequeño trípode
central para sostenerse, cuerpo de papelera cilíndrico, una cabeza semiesférica
que giraba a 360 grados y un lenguaje de chisporroteos y pitidos incomprensible
para los espectadores fue todo lo que hizo falta para que R2D2 se convertirse
en uno de los más grandes y queridos iconos de la ciencia ficción como del
siglo XX en general. De carácter difícil y hasta respondón, terco como una mula
y completamente leal tanto a Anakin como a Luke Skywalker, la fama del
astrodroide mecánico ensombreció de un modo absoluto al actor que iba dentro de
él. Kenny Baker, un acondroplásico cuya altura era de tres pies y ocho pulgadas
(el equivalente a 1’12 m), tuvo una carrera en cine bastante discreta, siempre
actuando de secundario como en aquella simpática gamberrada de los Monty Python
Los Héroes del Tiempo [Terry Gilliam,
1979], Flash Gordon [Mike Hodges, 1980] o un fugaz cameo en Willow [Ron Howard,
1988] como parte de la banda musical de los Nelwyn. Y, sin embargo, un solo
personaje le bastó a Kenny Baker para ser encumbrado a esa gloria especial
reservada a los mitos modernos que tocan la fibra sensible de varias
generaciones. Siempre acompañado del dorado neurótico droide de protocolo C3PO,
al que tanto le gustaba llamarle “insolente cabezudo”, R2D2 se hizo un hueco en
el corazón de los niños de toda clase, religión y condición social a lo largo y
ancho del globo. Pequeño en tamaño pero enormérrimo en carisma y encanto, Kenny
Baker fue, como Anthony Daniels, David Prowse y Peter Mayhew, uno de los
grandes desconocidos dentro de la saga Star Wars debido a su disfraz, alguien
cuya cara jamás aparecía en pantalla pero cuya participación fue
imprescindible. Pero R2D2 está triste. Ya no chisporrotea ni tampoco hace
ruidos, salvo un débil pitido de tristeza, sabiendo que su alma gemela se ha
ido a una nueva galaxia. Una donde no puede alcanzarle.
Nº De Serie: NC/TCM/00143. Escrito Por: The Cineman.
No hay comentarios:
Publicar un comentario